Semana Santa de Córdoba
Un día para una sola cofradía: el misterio de la Sentencia de Córdoba en 1948
La imagen de Cerrillo, acompañada de la de Poncio Pilato, inauguró la jornada del Lunes Santo el 26 de marzo de 1945
Sólo ha sobrevivido un elemento, el más valioso, a la férrea dictadura del tiempo. Es la imagen que Juan Martínez Cerrillo había realizado en 1944 por encargo de Rafael Mir de las Heras, primer hermano mayor de la cofradía de nazarenos que había impulsado el párroco de San Nicolás, Paulino Seco de Herrera.
Dicen que en la fundación de la hermandad -trufada de profesionales liberales de la ciudad de la posguerra- también pudo estar condicionada por la necesidad de limpiar los últimos rescoldos republicanos de algunos de sus primeros integrantes. El horno no estaba para demasiados bollos y seguramente es una buena historia por contar, pero nos atendremos al hilo oficial.
La imagen de Cerrillo, acompañada de la de Poncio Pilato , inauguró la jornada del Lunes Santo el 26 de marzo de 1945 precedida de un sencillo cortejo que estaba haciendo historia. El Señor aún se titulaba como Nuestro Padre Jesús ante Pilato. En 1946 cambió ese título por la de la Sentencia, que acabaría identificando a toda la corporación y obligó a mudar hasta la posición en el paso, pasando de estar enfrentado al pretor romano a hacerlo de cara al pueblo.
Hay que consignar que el misterio goza de una licencia que ha consagrado el tiempo. La advocación de la Sentencia no se corresponde con la iconografía del Señor que, efectivamente, había sido concebido para la primera titulación. Jesús aparece sin rastros de castigos corporales , desprovisto de corona de espinas y tampoco presenta los regueros de sangre -Ecce Homo- del divino reo condenado por la tibieza de Poncio Pilato.
El Señor viste una túnica blanca de cola y lleva las manos atadas a la espalda
Pero, en cualquier caso, la imagen idealizada sirve para reforzar la divinidad y la dulzura dentro de la inconfundible impronta de las imágenes de Martínez Cerrillo, un autor al que hay que otorgar una importancia fundamental en la resurrección cofradiera que se opera en la ciudad de la posguerra con lenguaje propio.
No nos moveremos aún de 1946. Aquel año ya se había estrenado ese paso de sencillas molduras talladas y doradas , salido también del taller de Martínez Cerrillo. Fue el trono del Señor y su misterio hasta 1989. Para la memoria de una generación que ya peina demasiadas canas forma parte de la estampa de aquellos Lunes Santos enhebrados en el recuerdo que comenzaban -achicharrados de sol- junto a las rejas del atrio de San Nicolás .
Un costalero, año a año, subía al paso para colocar el diminuto senatus que sostenía el centurión romano para facilitar la salida del paso por el angosto vano lateral del atrio del templo fernandino. En 1990 se había previsto el estreno del nuevo paso de Guzmán Bejarano en el epicentro de aquella fiebre del oro que cambió la faz de la Semana Santa de Córdoba contemporánea. Pero los chaparrones de la jornada impidieron la salida de la cofradía que pudo concluir el dorado de las nuevas andas en 1993 mientras se sustituían las bizarras figuras de Cerrillo -obsoletas para las nuevos vientos que había tomado la celebración y la hermandad- por el nuevo misterio que había tallado Miguel Ángel González Jurado .
Pero hay que centrar el relato en esa fotografía que debió ser tomada, casi con total seguridad, en 1948. Aquel año se había concluido por completo el paso de Cerrillo y el Señor aún llevaba las manos atadas por detrás . Al año siguiente pasaron a ser amarradas por delante del cuerpo adoptando una posición un punto forzada en las muñecas que sólo sería resuelta en 1994 a raíz de la adaptación del nuevo cuerpo que talló González Jurado , incluyendo un nuevo juego de manos.
Pero hay más detalles reveladores como la túnica blanca que viste Nuestro Padre Jesús de la Sentencia. Era de cola y acabó siendo pasada al actual terciopelo carmesí . La cola se recortó pero sus bordados se aprovecharon años después para la saya de la Virgen de Gracia y Amparo, antigua titular mariana de la extinguida hermandad de la Sangre del convento de los Mínimos de la Victoria.
El paso aún no lleva los cuatro característicos hachones que le darían la definitiva impronta y, posiblemente, iba provisto de algún proyector eléctrico . Era la guinda de un cortejo algo destartalado que comenzaría a dar la vuelta como un inmenso calcetín en la década de los 90. Se iniciaba un ejemplar proceso de renovación que ha convertido a la cofradía de San Nicolás en uno de los mejores espejos en los que se debe mirar la Semana Santa cordobesa contemporánea.
Pero la foto sigue invitando a mirar a ese pasado que no siempre conocemos con la nitidez debida. Delante del paso sorprende el capillo que cubre la cabeza del capataz que, eso parece, es El Tarta . Es la misma indumentaria que vestían los portadores de aquella inmensa cruz guiona -hoy está en el altar de la cofradía en San Nicolás- que abría el cortejo en la década de los 50 y nos transportaba a los modos y usos procesionales cordobeses de siglos pasados.
En aquellos primeros años fijados en el gastado blanco y negro de la fotografía la cofradía aún surcaba las calles de Córdoba en solitario. Quedaba un lustro para la incorporación de la segunda cofradía de la jornada, la de Ánimas , que acabaría marcando el carácter dual del Lunes Santo.
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