Semana Santa Córdoba 2022
Martes Santo de Córdoba, paradojas de la tarde del traje gris
La lluvia acude con la puntualidad anunciada y deja a las seis cofradías sin esperanzas de salir
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Semana Santa de Córdoba 2022: ABC te trae la guía más completa
SI los días de Semana Santa son el tiempo distinto, no hay nada más triste que una tarde en que vuelven a ser anodinos, grises, rutinarios, como si en vez de ser Martes Santo fuera cualquier día. La luz caprichosa de la primavera dibuja algunas tardes de febrero y marzo en las que, como dijo el poeta, hay una esquina precisa por la que llega Jesús Nazareno .
En cambio, cuando llegan esos días que se han prefigurado, las tardes se visten de otoño y se hacen desapacibles y sin gracia, como si fuesen especiales porque lo dice un calendario.
Son las bromas del cielo, que puede crear un Domingo de Ramos cualquier tarde de febrero y vestir de noviembre un día en que tendría que haber cofradías en la calle. Para los que saben que la Semana Santa es algo más que tener pasos en la calle, ya que por desgracia parece que pueden salir en cualquier momento del año, esos días saben a ceniza porque las calles están vacías de las cofradías que tienen que venir, pero sobre todo porque no parecen pertenecer a su tiempo dulce .
¿Quién podía decir que era Martes Santo en la plaza de San Andrés a las cinco de la tarde de ayer, si la humedad subía del suelo y apenas había unos cuantos grupos en tornos a la puerta y a la casa de enfrente? ¿Qué aires de cofradía tendrían los adoquines de Capuchinos con los charcos? ¿Qué marco podía ser el cielo para las cofradías si no dejaba de ser gris ni cuando el sol conseguía ganarle a la densidad indómita de las nubes?
Si hay días que piden procesiones, charla de cofradías, ensayos o conciertos, el Martes Santo de 2022 no tenía en el ambiente más que premoniciones de llanto . Grisura si por gris se entiende lo adocenado, lo vulgar, lo que no tiene atractivo. También lo frío.
Si las cofradías del Lunes Santo venían con la resaca de la felicidad del Domingo de Ramos y pensaron en ganarle la partida a las probabilidades y a los vaticinios, las del Martes conocían las consecuencias de estar en la calle cuando llueve y no parecían querer repetirlo.
Para que nadie dudase de que las predicciones iban en serio, hubo varios c haparrones considerables por la mañana. Los primeros incluso compartieron sitio con el sol; el más tardío tuvo la consistencia de un puñetazo en la mesa. Las amenazas iban a otra vez muy en serio, incluso más nítidas que el día anterior, y el claro de la hora de comer no era más que un descanso antes de volver.
Poco después de las cinco de la tarde tenían que salir la hermandad Universitaria, el Buen Suceso y el Císter de forma consecutiva, y a partir de ahí el día luchó primero por salvarse, como si las nubes que cruzaban el cielo de Córdoba del Poniente al Levante pudieran tener final en algún momento.
En la plaza de San Andrés no había aire de Semana Santa ni en la luz otoñal ni en el aire desangelado que podía ser cualquier tarde de ir y venir entre el Realejo y San Pablo. Llovió a esas horas durante un rato. Sin fuerza, sin convicción, pero tampoco como un leve chispeo . Y en esos casos el agua en Semana Santa siempre disuade.
Primera suspensión
Hasta allí llegó la campanada algo fúnebre que siempre en estos días puede sonar como una obligación o un consejo. A la misma hora en que tenía que salir, el Císter anunció que suspendía su estación de penitencia y que en breve abriría la nave de Capuchinos para que el pueblo pudiese ver a sus imágenes.
En las demás iglesias, las hermandades intentaban pelear por conseguir algún momento, por la noticia de que había pasado el peligro y el resto de la tarde se iba a quedar serena . En cierto momento el día se podía haber retrasado media hora para las demás hermandades. Por la puerta lateral de San Andrés se adivinaba a veces el corte recto del palio de la Virgen de la Caridad, su candelería encendida y los nervios debajo de las túnicas rojas.
Se habló de retrasar el día media hora y de intentar aprovechar una posible mejora, pero no pudo ser
No había perdido el gris y el frío y en absoluto parecía un día de Semana Santa, pero alguien tenía esperanzas de que una cruz de guía, un nazareno y la candelería encendida de un paso de palio obrasen el milagro de hacer especial un día sin carisma , una tarde cualquiera.
Pero apenas duró la ilusión hasta después de las cinco y media. En quince minutos también Buen Suceso, Universitaria y Agonía dijeron que se quedaban en casa, y el aire se quedó más gris que nunca. Apenas había gente en la puerta de las iglesias cerradas , como si aquel que no parecía Martes Santo se tuviera que dedicar a ver la tele, a ordenar la casa , a llenar el maletero del coche con la compra de la semana.

A esa hora comenzaron el parón y la esperanza, porque el Prendimiento y la Santa Faz tenían que salir más tarde y se podía dar cierta ilusión de que un pequeño ajuste en la hora consiguiese verlas en la calle. De Salesianos las noticias oficiosas que llegaban decían que no querían suspender antes de tiempo, pero también hablaban de cautela, de no tomar una decisión precipitada .
Junto al Cristo de los Faroles el aire de Martes Santo se quedó en las marchas que tocaba la banda de cornetas y tambores del Cautivo de Málaga . La gente se acercaba para ver primero a la Virgen de los Ángeles en su paso de palio, rutilante de la arquitectura de la candelería, y al Señor de la Sangre. También al Cristo de la Conversión, entre ellos como el titular que es.
En ciertos momentos de esas tardes grises de lluvia o de amenaza parece que las imágenes reflejan la tristeza de los suyos, y Jesús de la Sangre , concentrado en el sufrimiento, mostraba el dolor mirando a los claveles rojos de su misterio.
Hasta la caída de la noche se pudo visitar a las imágenes en los templos de un Martes Santo corto
Seguían cantando las cornetas cuando abrieron las puertas de San Andrés. Los pasos de la hermandad del Buen Suceso esperaban bajo el crucero, delante del altar mayor. Los que tenían esperanzas de haberla acompañado otra vez por la calle San Pablo, cuando hay que rezar para que entre con la mayor tranquilidad posible, se tuvieron que confirmar con encontrarla en la quietud del palio y sin poder detenerse mucho a buscarle los perfiles infinitos.
Estaba detrás de una candelería alta, compacta y bien dibujada, que a esas horas en que se despide en una intimidad que siempre lo es aunque tenga bulla, hubiera tal vez multiplicado una belleza que sólo parece no necesitar nada.
En el misterio de la calle de la Amargura, Jesús del Buen Suceso llevaba la nueva túnica y la Virgen de los Dolores, la primera titular de la hermandad, una diadema que hacía que se notase más su presencia.
Lo que vivió la hermandad de la Agonía en la Catedral fue distinto, porque el templo no se pudo abrir para las visitas. Ante el Cristo de la Agonía y la Virgen de la Salud sólo pudieron estar sus nazarenos , sus costaleros , todos inconsolables al ver que la luz de sus pasos no se movería, que no iban a cabecear las esquinas alegres del paso de palio.

La cera rizada , amplia y llena de alegría, no iba a poder subir por Fuente de la Salud arriba y la estación de penitencia tendría que quedarse en unas oraciones mientras en la calle los cofrades andaban buscando algunas buenas noticias que no se dieron.
En esas paradojas en que andaba la tarde, lucía el sol cuando se supo que el Prendimiento no iba a ponerse en la calle. El Realejo seguía como el nervio de la tarde y aunque hubiera alguna mirada de extrañeza al cielo pensando, muy pronto las nubes quisieron confirmar la certeza con que se había obrado. La luz se despidió y el gris del aire y de la rutina vulgar se quedó también en el firmamento.
A la misma hora llegó la noticia de que tampoco saldría la Santa Faz, que tenía todavía la carta de salir a las siete y media, de no estar demasiado lejos de la carrera oficial y de una posible mejoría para que después de todo si fuese posible un Martes Santo al menos para una de seis. Lo que venía no aconsejaba ningún riesgo.
En penumbra
En el Juramento de San Rafael había terminado ya el rezo del Vía Crucis y la hermandad Universitaria había abierto las puertas para ver a sus imágenes. Con la penumbra que le gusta, al entrar presidía más que nunca la figura dorada y majestuosa del Arcángel, y a los lados estaban sus dos pasos.
Los visitantes se detenían ante el Cristo de la Universidad con la impresión de que no era posible la indiferencia allí donde parece que se viaja hasta el momento preciso en que la redención consumada con mucha sangre y dolor indecible.
Sólo pisaron las calles los titulares del Prendimiento, en un traslado en silencio hasta la nave junto a María Auxiliadora
No había prisa por dejarlo ni por terminar de apreciar lo que también era hondura y serenidad, y al otro lado estaba la Virgen de la Presentación , inalterable entre las luces tiniebla de sus fanales. Se hablaba en voz queda, porque el Martes Santo, que desde 2013 era la jornada que menos había sufrido la lluvia, parecía íntimo y claustral.
Faltaba un poco para las ocho de la tarde y empezó a llover . Con timidez primero y luego con la constancia de la mañana. Si por la tarde parecía un día cualquiera, en ese momento sí tomó el aire de la Semana Santa, pero de esos días aciagos en que hay que hacer cola a las puertas de las iglesias , con el ambiente de una fiesta que no puede ser, pero también con cierto aire de una excepción que se ha intentado. También en eso fue el Martes Santo de las paradojas del traje gris.
Las calles se llenaron de paraguas a las ocho de la tarde, llovió con insistencia y en las iglesias quedó la certeza de que habían hecho lo correcto. Había una larga fila desde la calle Tesoro hasta Lope de Hoces hasta el momento en que se pudo pasar a la Trinidad. La Virgen, cada año en un paso de palio más cuidado y fino , esperaba emocionante entre otra cera rizada que tampoco se movió del lugar, y también el Señor contaba las lágrimas de las túnicas blancas de cola que volvían, como las demás, cubiertas y por el camino más corto, en mitad de la ciudad triste y desolada.
En el colegio de Salesianos los pasos del Prendimiento, con la talla completa del misterio de estreno, esperaron en la carpa del patio desde la que iban a salir. Poco después de la nueve de la noche fueron los únicos que se movieron, porque la hermandad los trasladó, en un claro y sin música , hasta la nave junto a María Auxiliadora de la que salieron siempre.
Hubo una saeta emocionante para la Virgen de la Piedad y un aire de Semana Santa delante de la candelería encendida, y ahí terminó todo. Como si lo que parecía un día gris de rutina o una tarde triste hubiera podido tener una gotita mínima de Martes Santo.
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