La Cuaresma en ABC
De la Magdalena a San Pedro: historia de una peana de la Semana Santa de Córdoba
La pieza que hoy eleva al Cristo del Misericordia pudo formar parte del ajuar procesional de la antigua cofradía del Santo Crucifijo
El Cristo de la Misericordia está usualmente entronizado en su capilla de la basílica de San Pedro sobre una peana dieciochesca que en los últimos tiempos también se ha usado para presentar a la Virgen de las Lágrimas . La Dolorosa del Miércoles Santo ya la había usado en su paso de palio antes del estreno de la actual, tallada por Jenaro Álvarez de Miguel en 1978.
La antigua pieza debió llegar al templo en 1956, a raíz del naufragio casi definitivo de la iglesia de la Magdalena, que obligó a la corporación a abandonar la antigua capilla del Santísimo -de la que no hoy no queda ni rastro- para marcharse a San Pedro. Los hermanos de la época también se llevaron consigo, entre otros cachivaches, algunos libros históricos que habían pertenecido a la antiquísima Sacramental y a la Esclavitud de la Virgen de los Dolores.
En la hermandad, precisamente, se había venido vinculando esa pieza sin demasiado o ningún apoyo documental al patrimonio de esa antigua hermandad rosariana de los ‘ Dolores Chicos ’ -la actual imagen de Nuestra Señora de las Lágrimas- que había recalado en la Magdalena en 1772 procedente de la ermita de los Desamparados .
Estaba perfectamente descrita por las viejas crónicas la existencia de una imagen de Jesús Nazareno -probablemente se trata de la actual de Nuestro Padre Jesús del Buen Suceso- unida a esa cofradía de los Dolores Chicos. ¿Pudo servir esa peana de parihuela de salida del actual Nazareno de San Andrés ? Seguían los interrogantes aunque la peana, eso sí era seguro, abría un resquicio a la Semana Santa de Córdoba de siglos pasados , de la que tan poco se sabe y de la que aún hay tanto que descubrir.
Sólo había un agarradero más o menos sólido para sostener esas hipótesis y es que la pieza tenía que haber servido en tiempos pretéritos para elevar una imagen de la pasión de Cristo. Así lo atestiguaban los atributos pasionistas que siguen campeando en tres de sus caras: la corona y los clavos; la jarra y la jofaina de Pilatos y la columna de los azotes. Pero había otro símbolo inquietante que alguna voz atrevida había llegado a vincular a la mismísima masonería. Era, y es, un compás que aparentemente nada tenía que ver con la iconografía pasional…
La clave estaba muy cerca
Esa Esclavitud de los Dolores -que también llegó a salir en Semana Santa- y la cofradía del Santísimo de la Magdalena habían sido durante muchos años vecinos de la cofradía penitencial del Santo Crucifijo y San José , con sede en la ermita del mismo nombre que hoy sirve como biblioteca de la UNED en la plaza de la Magdalena. La del Santísimo daba culto al Cristo de la Salud, ese olvidado Señor del Sagrario que acabaría advocándose de la Misericordia desde 1937 y la del Santo Crucifijo daba culto a la actual imagen del Cristo del Amor , centro devocional de la parroquia de Jesús Divino Obrero donde aterrizó, junto con la antigua imagen de San José de la misma cofradía, en 1955.
Esa hermandad del Santo Crucifijo había languidecido a lo largo del siglo XIX en la ermita de la plaza de la Magdalena pero -de forma análoga a la del Nazareno- quedó encapsulada con gran parte de su patrimonio hasta la definitiva enajenación del coqueto templo y sus dependencias a la familia Aguilar, hace casi medio siglo.
Algunos enseres de la corporación -como los dos ladrones rescatados en los 70- pasaron a la iglesia de la Magdalena. Pero la memoria devocional e histórica de la antigua corporación se había fundido a negro. Cuando el obispo Fray Albino decretó la mudanza del antiguo Crucificado al barrio del Cerro a nadie se le ocurrió ahondar un poco más para rehabilitar la primitiva hermandad . Ni siquiera habían pasado los preceptivos cien años que prescribía el Derecho Canónico para declararla extinguida. Se había perdido una grandiosa oportunidad…
Todo eso está cambiando a raíz de los descubrimientos del investigador Juan Carlos Jiménez , que se encuentra inmerso en la redacción de una tesis doctoral sobre la antigua corporación de la plaza de la Magdalena. Hace casi un año, ABC publicaba un revelador reportaje en el que el investigador hacía algunos avances de esa tesis y los descubrimientos en torno a la primitiva cofradía, con reglas de 1579.
Entre otros asuntos de calado, Jiménez señalaba que aquella hermandad había estado vinculada al gremio de alarifes y carpinteros , tan vinculados a la devoción por San José. Llegó a contar en su nómina, incluso, con los maestros de obra de la Catedral. Así lo atestiguan, recalcaba Jiménez en dicho reportaje, el compás y el cartabón que rematan las hornacinas del retablo de la ermita, que se encuentra intacto.
Las piezas encajan
¡Un compás! Las piezas acababan de encajar. La peana de la hermandad de la Misericordia, con un compás tallado en una de sus cartelas, sólo podía haber formado parte del complejo ajuar procesional del Santo Crucifijo y San José, que llegaba a poner ocho pasos en la calle en la tarde del Jueves Santo. Aquella peana, como tantos enseres, debió pasar en algún momento indeterminado a la iglesia de la Magdalena y, con la mudanza definitiva de la Misericordia en 1956 , acabó recalando en San Pedro.
Resumiendo: la peana sobre la que se eleva el Santísimo Cristo de la Misericordia, con toda seguridad, es una reliquia más de aquella primitiva corporación de disciplinantes de la ermita de la plaza de la Magdalena. Abre una ventana a un mundo casi por descubrir: los usos y modos procesionales de la primitiva Semana Santa de Córdoba. La pieza debió servir como pequeño ‘canasto’ elevado sobre reducidas parihuelas para uno de los ‘pasos’ -entendidos como escenas de la Pasión-de aquella remota hermandad que se extinguió, como media Córdoba, en la centuria decimonónica.
La pieza se puede relacionar con otros exponentes muy parecidos aunque de mayor riqueza ornamental como las peanas de Nuestra Señora de las Angustias y la de Nuestra Señora de los Dolores , que sigue saliendo a la calle integrada en el fastuoso paso de plata de Emilio García Armenta . Otra peana muy parecida se encuentra en el monasterio de Santo Domingo de Scala Coeli, sirviendo de trono a la imagen del Santísimo Cristo de San Álvaro . Nos encontramos ante una reliquia viva de los usos y formas procesionales anteriores a las normas del obispo Pedro Antonio de Trevilla que, en la práctica, supusieron la desaparición de la antigua Semana Santa de Córdoba en el primer cuarto del siglo XIX.
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