LA CUARESMA EN ABC

Juan Miguel Sánchez, la huella de un rompedor en Córdoba

La parroquia de Nuestra Señora del Rosario cuenta con unas pinturas del sevilla en su ábside

Pinturas en el altar mayor de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario VALERIO MERINO

Álvaro R. del Moral

EL estudiante que fue siempre sintió cierta curiosidad por las ajadas pinturas murales del inmenso vestíbulo de la estación de autobuses del Prado de San Sebastián, en Sevilla. Era paso obligado en la cansina ida y vuelta desde Córdoba en aquellos inciertos años universitarios. Tardó en saber que aquellas escenas costumbristas habían sido pintadas en 1941 por un tal Juan Miguel Sánchez (El Puerto de Santa María, 1900-Sevilla, 1973) que, a su vez, había sido el diseñador de un paso de palio que no se parecía a ninguno: el de la Virgen de los Ángeles de la cofradía de los Negritos.

Merecía la pena conocer algo más de la historia de ese creador, discípulo de Bacarisas, que en el lejanísimo 1931 ya había logrado unir la mejor vanguardia del momento con la esencia de la Semana Santa en una época mucho más desenfadada en lo artístico que la actual. La fiesta ya se había reinventado bebiendo del ancho venero del arte regionalista mientras Juan Miguel Sánchez alumbraba el que, posiblemente, podría el mejor cartel de la historia de la Semana Sant a.

Hablamos de unos años fecundos intelectual y artísticamente, de esa Edad de Plata marchitada a la vez que España se polarizaba en dos bandos irreconciliables antes de que los cañones sentenciaran la creatividad.

De Sevilla a Córdoba

El cartel retrata el universo inconfundible del paso de la Esperanza de la Macarena con acento impresionista y a la altura de las exigencias artísticas de su tiempo. El autor concibió una auténtica explosión de luz aprovechando las tintas planas a las que obligaba la tipografía de la época. El profesor Valdivieso ha explicado que se trata del que «sin duda es el mejor cartel de cuantos se han realizado con el tema de la Semana Santa, que nunca volvió a superarse».

¿Qué tiene que ver la desenfadada obra de Juan Miguel Sánchez con la Semana Santa de Córdoba? Sólo cinco años después de pintar la estación de autobuses de Sevilla sería requerido para decorar el ábside de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de la emergente barriada cordobesa de Electromecánicas, que había sido construida para alojar a los empleados de Secem. Sánchez no fue el único artista que dejó su impronta en aquel templo.

Juan de Ávalos , autor del monumental programa iconográfico del Valle de los Caídos, fue el autor de un Crucificado que, con el título de Oración y Caridad , fue el primer titular pasionista de la incipiente corporación que este año se estrena como cofradía de nazarenos de pleno derecho en la nómina oficial del Viernes Santo con el Cristo de Pedro García Velasco.

Sánchez concibió, aprovechando la propia arquitectura del ábside del templo de Electromecánicas y empleando su inconfundible impronta gráfica, un grupo de imágenes con Cristo Resucitado en el centro, flanqueado por la Virgen María, San Juan Evangelista y los arcángeles San Gabriel y San Rafael . Todo en un templo de estilo regionalista, que se consagró el obispo Fray Albino en 1946 y donde también destaca su torre. Esa misma estética es la que emplearía para revolucionar el arte ornamental de la Semana Santa al abordar el diseño del palio de Nuestra Señora de los Ángeles, de la histórica cofradía sevillana de los Negritos. Si el bordador Juan Miguel Rodríguez Ojeda -apoyado en el Regionalismo- había fundado un nuevo canon ornamental partiendo de su cofradía de la Macarena, en los años 60 se van a pulverizar de forma puntual estos parámetros con la creación de ese conjunto de paso que bebía de fuentes anteriores.

Según ha explicado el historiador y pintor Juan Fernández Lacomba, «este paso bebe de la estética de los años 20 y 30 y aunque se estrenó en los 60 ya estaba diseñado desde antes». Lacomba refiere que « Juan Miguel Sánchez procedía del Art-decó y el paso es una obra tardía orientalizante y con un sentido muy decorativista». Fue una ruptura que no tendría continuidad en el tiempo.

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