La Cuaresma en ABC

Jesús Nazareno, la serenidad que todo lo puede en el Vía Crucis de la pandemia en Córdoba

El obispo alienta en la Catedral a las cofradías y a los fieles a «vivir la Cuaresma y la Semana Santa con mayor hondura si cabe»

Jesús Nazareno, en la Puerta de las Palmas, antes de iniciar el Vía Crucis por la Mezquita-Catedral Valerio Merino

Julia García Higueras

Introspección: Nuestro Padre Jesús Nazareno es todo serenidad mientras carga con el peso de la cruz. Más que nunca, en la tarde de este sábado, el Vía Crucis de las cofradías por el interior de las naves de la Catedral de Córdoba ha sido un viaje espiritual con pocos elementos que distraen de lo importante.

La Agrupación de Cofradías escogió a Jesús Nazareno para guiar el rezo de este primer sábado de Cuaresma por cumplirse medio siglo de la reorganizacion de la cofradía. Y los sentimientos que irradia esta imagen, fuerte pero frágil a la vez, sufriente, pero resignado y esperanzado, sintonizan de lleno con lo que la pandemia de coronavirus ha obligado a padecer en esta diócesis.

La tarde primaveral invitaba a perderse en la calle, deleitándose en la imaginaria bulla entre susurros y sonrisas a cada paso del Nazareno al aire libre, pero las circunstancias de la pandemia obligaban a todo lo contrario: al silencio absoluto bajo el bosque de columnas de la Mezquita-Catedral y a mirar al rostro ensimismado de Jesús Nazareno y a uno mismo.

El reducido cortejo de las hermandades, marcado de principio a fin por los imperativos de cumplimiento de las normas sanitarias (mascarillas, distancia de dos metros, y un aforo de público general de 250 personas sentadas en la nave de Abderramán I), se movió por entre las naves precediendo a Jesús Nazareno, portado a hombros en sus habituales andas del Vía Crucis de los Viernes Santos.

Los acólitos portando los ciriales de la cofradía de Jesús Nazareno Valerio Merino

Su silueta vertical en el bosque de columnas se abría paso entre la columna de incienso, ante la tierna y limpia mirada de tres niños acólitos de su cofradía, vinculada con el colegio y la residencia de mayores. En esta ocasión, este Nazareno de finales del siglo XVI no iba sobre su peana de plata, pero pisaba un lecho de rosas rojas. La cruz de madera sobre su hombro, los hachones con los cirios color tiniebla, su hermosa túnica bordada, todo invitaba al recogimiento y la espiritualidad.

Mayestático , iniciaba su camino hacia la cruz escuchando la sentencia de muerte desde la Puerta de las Palmas. El grupo más numeroso en el cortejo, como no podría ser de otro modo, era el de la cofradía del Nazareno, con cuarenta hermanos presentes por parejas.

El desfile ocupaba todo el perímetro interior de la Catedral, dados los dos metros de distancia precisos entre cada representante. El Señor iba avanzando mientras sonaba el órgano y se detenía ante cada cruz de la estación, integrada por tres hermanos de cada una de las cofradías elegidas.

La lectura se hizo en todo momento desde el Altar Mayor y la decimoquinta estación ya se desarrolló con el Nazareno situado en este lugar principal. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández , en el rezo final como broche a las quince estaciones, ha alentado a los presentes a «seguir a Jesucristo por el camino de la cruz» hasta llegar al «gozo de la resurrección» y «a vivir la Cuaresma y la Semana Santa con mayor fervor si cabe, y más hondura y profundidad».

Beato Cristóbal de Santa Catalina

El prelado ha animado a seguir el ejemplo del Beato Cristóbal de Santa Catalina , que en el siglo XVII fue consiliario de la cofradía de Jesús Nazareno, « motor de caridad en Córdoba». Ha apelado a desplegar la caridad con los más pobres y necesitados por la pandemia y por carencias «materiales y espirituales. En esto consiste la vida cristiana», a su juicio.

En la presidencia del cortejo, ante el Señor, iban su hermano mayor, Víctor Molina, y la presidenta de la Agrupación, Olga Caballero. Tras las andas del Nazareno, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández , escoltado por el delegado para las cofradías, Pedro Soldado, y el canónigo Agustín Moreno. Tras ellos, una nutrida representación de autoridades políticas, entre ellas, el alcalde de la ciudad, José María Bellido .

Rezo final

El obispo ha abierto una puerta a la esperanza al augurar un próximo regreso de los procesiones en las calles: «Estas manifestaciones en la calle llegarán pronto y lo celebraremos como Dios manda y como nos lo pide el corazón».

El traslado previo de la imagen ha sido privado , en lugar de por las calles como siempre ha sido habitual, con un cortejo limitado al hermano mayor de cada cofradía con una vara y a tres personas en el caso de participar en las oraciones. También en esta ocasión ha sido nuevo el acompañamiento musical, a cargo del organista de la Catedral, Clemente Mata .

La hora en que se ha desarrollado ha sido más temprana que en años precedentes para permitir el regreso de los participantes con la restricción horaria de movilidad a las diez de la noche. Su duración, 70 minutos, ha dejado lugar para la nostalgia, pues al término del Vía Crucis se ha echado en falta el traslado de vuelta por las calles hasta su templo, la iglesia de Jesús Nazareno.

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