PRIOSTÍA
Una iniciativa de color y unidad en la Borriquita
Unas 15 hermandades aportan una pareja de esclavinas a la Borriquita en su estación de penitencia desde la Catedral
![Esclavinas de hermandades representadas](https://s1.abcstatics.com/media/andalucia/2016/03/21/s/tramo-infantil-borriquita--620x349.jpg)
De no ser por la lluvia y el granizo, este Domingo de Ramos podría haber pasado a la historia de la Semana Santa de Córdoba por dos detalles muy especiales. La hermandad de la Entrada Triunfal en Jerusalén salió de la Catedral en lugar de hacerlo desde su sede canónica, la parroquia de San Lorenzo, en una clara muestra de apoyo y refuerzo al sentimiento unánime de las cofradías de la capital. Pero, para hacer aún más palpable la unidad de las corporaciones, invitó a todas las hermandades a incluir en su cortejo una pareja de esclavinas . Sin duda, el tramo más colorido de Córdoba , pues estos jóvenes nazarenos lucieron sus hábitos de origen y, en consonancia con el resto de penitentes de la Borriquita, portaron las clásicas y tradicionales palmas amarillas de Ramos.
En total, una pareja de niños de esclavina de unas 15 hermandades de Penitencia de la capital acudieron puntuales a su cita en la Catedral con la Borriquita . A eso de las 09.15 horas, en las inmediaciones de la Puerta de San Miguel guardaban cola «hermanitos» del Descendimiento, la Pasión, la Paz y Esperanza, el Buen Suceso, la Agonía y el Amor, entre otras corporaciones, para que les dieran paso para acceder al interior del primer templo de la Diócesis. El hermano mayor, Rafael Peinado , explicaba que se trata de «año especial» y ése es el motivo «por el que hemos invitado al resto de cofradías», al tiempo que abundaba en la «unidad».
Una vez dentro de la Catedral, los celadores informaron a los niños de otras hermandades –en su mayoría acompañados por sus padres- del lugar que ocuparían en la procesión. María, una joven cofrade de la Entrada Triunfa l , fue la encargada de dirigir un tramo inédito en esta procesión. Su posición dentro de la cofradía fue entre otros dos tramos de hebreos, en una especie de «escolta», como así lo expresó el propio hermano mayor.
Fue un tramo de contrastes en muchos sentidos. Así, por ejemplo, resultó curioso la combinación de colores en la misma fila que conformaban el morado de los niños de la Pasión o la Agonía con el rojo del Descendimiento o la Cena y el negro del Amor o el verde de la Paz y Esperanza. La mayoría de ellos lucieron sus respectivas medallas y fue bastante frecuente que entre ellos se preguntaran la cofradía de origen. A todo ello hay que sumarle que la vistosidad de este pequeño cortejo fue aún mayor por la diferencia de edades de sus integrantes, que iban de los tres o cuatro años a los diez u once. «Estoy muy contenta», decía una de las niñas de este tramo tan especial de la Borriquita.
Con puntualidad meridiana, la procesión salió de la Catedral y, por tanto, también las esclavinas de las hermandades que habían mandado a sus pequeños embajadores. Salió con sol y un cielo que apuntaba buenas maneras , aunque el revoloteo bajo de los pájaros hacía pensar en que esta preciosa estampa cofrade podría quedar deslucida por la irrupción de la lluvia , gran enemigo de los cofrades en Semana Santa.
Como es lógico, estos penitentes de excepción de la Borriquita lo preguntaban prácticamente todo. Les llamaba la atención que, en lugar de portar velas, pequeñas varas de metal o madera o cestas con incienso o caramelos, llevaran esas mismas palmas que ansiaron coger en anteriores Domingos de Ramos. Su entusiasmo fue tal que se dedicaron a repartir hojas de su palma en la algo más de una hora que duró la estación de penitencia, un gesto que agradecieron niños y mayores cada vez que uno de estos pequeños nazarenos pasaba por su lado.
Algunos de ellos, como buenos embajadores de sus hermandades de origen, repartieron estampitas de los titulares de sus cofradías durante la procesión. Sin embargo, esta fiesta cofrade terminó antes de tiempo. Finalizó sin haber ni siquiera cruzado la carrera oficial en su totalidad. La lluvia obligó a desviar y refugiar el cortejo en el interior del instituto Góngora , en la plaza de las Tendillas. « Vaya por Dios », decía una madre de uno de estos niños mientras lloraba en sus brazos.