Semana Santa Córdoba 2022

Domingo de Ramos en Córdoba, otra vez el tiempo sin tiempo

Bullas en las calles, calor y emoción reciben a las hermandades en un regreso soñado a la Pasión de siempre

Domingo de Ramos | La Entrada Triunfal encarna el regreso de la Semana Santa a las calles

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El Señor Rescatado a su salida del templo Rafael Carmona
Luis Miranda

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Se puede volver a la tierra que se dejó y buscar en su geografía y en sus arañazos los lugares a los que el tiempo no dejó demasiadas cicatrices. Se puede abrazar a quienes tomaron caminos distintos por la vida y encontrarles en un gesto, en la voz , en la risa aquello que lleve a la época que se tuvo que marchar, como se marchan todas. Lo que decían que no se podía era volver al tiempo perdido, recobrar el instante, hacer realidad la ficción de que el tiempo caminase hacia atrás sobre las mismas calles de siempre.

Lo decían hasta ayer. Se empezó a desvelar en el momento en que los que se desperezaron de primavera convocados por el primer sol vieron un paso grande levantarse y avanzar entre aplausos incrédulos. Se terminó de confirmar cuando el corazón encontró como un espejo los clásicos montes de claveles rojos a los pies de las imágenes de Cristo .

Músicos y nazarenos de Las Penas Álvaro Carmona

Y se explicó del todo cuando a todas horas se contaba que aquel sueño se había alimentado con el combustible de la esperanza. De la que vestía de verde y de la que había florecido en las corazones que ayer se reestrenaron renovados en un Domingo de Ramos que no regresó a una ciudad en otro tiempo en que poco o mucho ha cambiado, sino al mismo tiempo en la misma ciudad.

Se volvió al clasicismo de los claveles rojos y blancos, de los iris morados, imbatibles sobre los pasos

Nosotros, los de entonces, sí que somos los mismos, diría el poeta. Los que en 2019 no hubieran creído lo que tenía que pasar, los que en 2020 evocaron la fiesta en la tristeza de las calles vacías y los que se lamentaron al año siguiente de que sólo pudieran llenarse las terrazas fueron capaces de hacer un Domingo de Ramos casi como si nunca hubiera pasado nada. Volvieron las procesiones y las palabras malditas, la enfermedad, la pandemia, el virus, el ya remoto confinamiento y las restricciones se diluyeron en un mensaje radiante de esperanza.

Costaleros de la Virgen de la Palma Valerio Merino

Puede pasar porque la Semana Santa parece superficial, pero en su parte más profunda sucede casi siempre en unas estancias donde los relojes no están más que para saber por dónde están las cofradías. Allí donde el tiempo no está sujeto al tiempo y por eso se puede regresar en ciertos días.

Así que cuando el sol llegó al punto justo de la mañana de abril los balcones empezaron a abrirse, las colgaduras se extendieron y detrás de ellas había gente honrada con que el Señor pasase delante de su puerta. La bulla venía por Ronda de Andújar, por el Realejo y por María Auxiliadora , tomaba las paredes de la plaza, buscaba los rincones, miraba los relojes para saber cuándo tenía que ser la hora.

Los trajes nuevos lucían a la luz implacable de la primavera y la calle se empezó a llenar de nazarenos. Nada más lógico. Cuando el misterio de Jesús de los Reyes salió de San Lorenzo con las dificultades de siempre, cuando el consejero Jesús Aguirre hizo la primera llamada que había prometido, cuando sonaron las cornetas de Caído y Fuensanta hubo quien se estremeció al pensar lo que había pasado entre un año y otro.

Sin pasado ni presente

Fue efímero. Al mirar al Señor y al verlo marchar, sobre el tapiz de flores multicolores, y reconstruir en la cabeza el camino por San Pedro en busca de la Catedral se iban borrando los recuerdos, como si 2019 y los anteriores hubieran sido después de todo el año pasado, o como si en Semana Santa no hubiera años pasados ni presentes.

Salió también la Virgen de la Palma y cuando empezó a andar por el mismo camino y la banda hizo ‘Siempre la Esperanza ’ su capataz, Curro , dio tal vez una de las claves de la jornada cuando sus hombres empezaban a andar. La esperanza, la misma que Horacio de la Rosa le había agradecido a Jesús Aguirre antes de que tocara el martillo de la Entrada Triunfal . No había ganas porque hubieran pasado dos años. Había ganas porque volvía a ser la hora.

El que escuchara sus voces dando gracias comprobaría después cuántas veces tuvo que sonar la esperanza en las calles y pudo encontrar explicación. En sus flores blancas y en los alhelíes que basculaban alegres estaba ya una clave que luego iba a tener que confirmarse.

El Rescatado, a la salida de su templo Rafael Carmona

A la una de la tarde, cuando la Entrada Triunfal iba dejando la carrera oficial, había un baño de sol y de multitudes. Por los alrededores de la Mezquita-Catedral se buscaba mesa, se descansaba en los andenes, se escogían los mejores lugares para encontrar a la hermandad, se hacían planes para la tarde que tenía que llegar y se reaprendía, si se había desaprendido, el ritual de una bulla inmensa, del andar al ritmo que marcasen los que iban delante si por esas callles no se podía adelantar.

Si el Domingo de Ramos tenía que volver al tiempo el Rescatado debía aparecer sobre un monte de claveles rojo sangre, al paso de galeón de sus faroles. Alas cuatro de la tarde los que lo esperaban se dividían entre los que se refugiaban en la sombra y los que luchaban como podían contra un sol inclemente y duro. Era el momento de los treinta grados o casi, de las pocas mascarillas aunque hubiera bullas.

A esa luz fuerte de la tarde, el Cautivo de los Trinitarios tenía la misma mirada de resignación y dulzura, pero se notaba para bien la limpieza del rostro y de las manos en la restauración que terminó en otoño.

La Virgen de la Candelaria en La Corredera Valerio Merino

Tampoco había que preguntar por las flores de la Amargura al ver los claveles bien juntos en las piñas y en los frisos del paso de palio y las rosas, también blancas delante.

Por María Auxiliadora arriba avanzaba el Señor a un ritmo vivo y a los fatalistas, que tampoco notaron el paso del tiempo cuando se vieron debajo del cielo de Domingo de Ramos , les parecía que de alguna formaba también empezaba a marcharse, que habría que esperar casi un año para otra salida.

Si era Domingo de Ramo s había que abarrotar la plaza de San Andrés, encaramarse a los balcones los que pudieran, buscar sitio en los bancos si hacía falta. Hace tiempo que es cofradía de bulla y de bullas, de detenerse ante la muchedumbre y seguirla como se pueda porque muchos encontraron el secreto.

El Señor del Silencio Rafael Carmona

A la luz de la tarde brillaba el rojo de la túnica del Señor de las Penas y también el color de los claveles que tenía en el friso. Los claveles de su sangre, de la tradición, de toda la vida, de la cabeza que queda a la vista con tersura castiza después de haber cortado el tallo, del frescor que aguantará días de calor y —¡ay!— humedad como los que están por venir. Se le ve de lejos y ya se sueña con el andar que cambia según su estilo, con la potencia de la música, con una forma de ser que sin embargo jamás choca con el protagonismo del que está a punto de cargar con la cruz , que para eso está en la cabecera del paso. En eso también se vuelve al tiempo que se dejó atrás, al momento justo que hay que retomar.

La Virgen de la Esperanza Álvaro Carmona

El nombre de la Esperanza había sonado y tendría que sonar en la música toda la tarde, y si había que agradecer toda la que había llovido en los días en que nadie veía un Domingo de Ramos reencontrado, justo era que una gran parte tuviera que ser para la que lleva su nombre. La corona de Emilio León y Rafael de Rueda , integrada con toda naturalidad en la delicadeza de su presencia, era la avanzada de algo más difícil de notar: el nuevo palio. Algo más ancho, algo más alto, algo más corto, con una armonía que quedó como un perfume sutil a la espera de que empiece a ser realidad el bordado del nuevo conjunto.

Por mucha bulla que hubiera, y esto también es memoria, siempre había quien encontraba pasillos por las aceras para seguir por el costero, para retrasar el momento en que tuviera que despedirse para siempre, para rezarle mientras se aproximaba y jugar a alejarse a otra vez. Y al fin, mirarle el dulce perfil derecho y dejarla marchar.

Sol y mascarillas

Fue tan regreso al tiempo que muchos tenían intacto el librito y apenas lo abrieron. Sabían que los barrios de la vieja Ajerquía estaban de parto para hacer nacer cofradías y no tenían más que buscar los lugares.El Cristo de las Penas había recuperado en la magna el clavel rojo de las fotos ochenteras, pero ayer siguió con su iris de los últimos Domingos de Ramos .

La vieja calle del Sol siempre pareció pensada para la anchura justa de los brazos del Crucificado , que avanzaba con la dulzura del andar que se ha hecho identidad desde hace décadas. Si se podía regresar al tiempo tenía que ser también en la estampa arcaica del Cristo de las Penas como encarnación de una Semana Santa de cofradías nuevas de devociones antiguas. Venía la Virgen de la Concepción mirando al cielo y el día ya tenía la certeza de una bulla sin complejos, del no poder moverse. Mascarillas hubo sí, quizá en menos de la mitad de quienes estaban en la calle, que se podían disculpar por un calor inclemente.

Un músico este Domingo de Ramos Valerio Merino

Aciertas horas de cualquier día, en el altozano desde el que se ve la mansedumbre de la Campiña , aparece reconstruida por las potencias del alma la cofradía de la Oración en el Huerto , y llega como fue ayer. Larga, pujante, clásica, personal en cada uno de los tres pasos, que ni variaron de lo que se recuerda de ellos ni tenían por qué hacerlo. En el misterio de Getsemaní, Cristo miraba al cielo vestido de rey con la túnica antigua y el mantolín nuevo y no había cerrar los ojos para escuchar las marchas de la Estrella que hoy son como su voz.

Sonaron marchas con nombre de esperanza muchas veces, y se la nombró en las levantás

El Amarrado a la columna tenía su aire de Crucificado de siempre en un monte de claveles rojo sangre, y la cofradía volvía a hacer ambientes distintos conforme se avanzaba entre un paso y otro, aunque fuera en la anchura de la Corredera abarrotada en día de fiesta. Deslumbraba la Candelaria con el techo de un palio cada día más completa, y la sutileza de las caídas bordadas contra los varales también tenían el mismo golpe imperceptible que otros años, y sonaban otra vez marchas de Esperanza .

Los que se movían junto a la carrera oficial miraron al Puente Romano y encontraron a los nazarenos del Amor . Había estrenado la puerta nueva que mira a Córdoba y que sale enseguida a su plaza, y quienes no siempre van a su barrio encontraban la mirada introspectiva del Señor del Silencio en el Desprecio de Herodes y lo acompañaban unos metros sin agotarse con todo lo quecontaba.

El Cristo del Amor avanzaba en un calvario morado y con la Encarnación todo se desbordaba en la alegría de un palio de barrio, como son los Domingos de Ramos en la tierra del Cerro . Era posible volver al tiempo, porque la epseranza bien cultivada había conservado la tierra buena.

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