Pasión en Córdoba
De un discípulo de Montañés a Juan de Mesa: el renacimiento documental del escultor del dolor
Entre 1919 y 1930 varios investigadores encontraron en Sevilla y Córdoba los contratos de sus obras y los datos sobre su vida
Las esculturas de Juan de Mesa (Córdoba, 1583-Sevilla, 1627) quedaron tras su muerte en los templos, encendieron desde el primer momento la llama de la devoción y llamaron la atención de los amantes del arte. No pasó lo mismo con su nombre, que quedó sepultado bajo el prestigio de su maestro, Juan Martínez Montañés , al que se adjudicaron sus imágenes.
El olvido de tres siglos empezó a remitir hace poco más de cien años, cuando los investigadores comenzaron a encontrar su nombre en los contratos de las imágenes y cuando aparecieron los pocos datos que se saben de su vida.
El primer aldabonazo lo dio el escritor e investigador José Bermejo y Carballo , que en 1882 escribió un libro crucial para la historia de la Semana Santa de Sevilla. En 'Glorias religiosas de Sevilla' escribió el nombre de Juan de Mesa y lo relacionó con una imagen que no salía ni salió después en Semana Santa.
Era el Cristo de la Misericordia que ahora está en el sevillano convento de Santa Isabel. «El bellísimo Jesús, en el acto de pronunciar desde la cruz sus siete últimas palabras, construido, según se cree, por Juan de Mesa, discípulo insigne de Montañés, colocado hoy en la iglesia de Santa Isabel, y que pertenecía al convento de San José de Mercedarios descalzos », dice.
Los datos son correctos, aunque no dice de dónde los saca. Eso sí, el resto de imágenes, desde el Gran Poder al Cristo del Amor, son para él obra de Martínez Montañés. Habría que esperar otras tres décadas , hasta 1919, para que apareciese otra vez el nombre de Juan de Mesa.
Adolfo Rodríguez Jurado sabía que el escultor de Alcalá la Real había tenido un discípulo muy destacado llamado Juan de Mesa y encontró entonces el contrato con la cofradía de Montserrat para hacer el Cristo de la Conversión del Buen Ladrón .
Un año después le atribuyó también el Cristo de la Misericordia e incluso el Gran Poder , aunque todavía no lo podía probar. La resurrección tomaba cuerpo, aunque todavía tardaría algunos años más en concretarse.
En 1927 y 1928 Juan de Mesa empezó además a tener rasgos biográficos . En el primer año apareció un documento en el interior de una imagen de San Francisco Javier que estaba en el Puerto de Santa María, pero que se había hecho para Sevilla. Firma su autor, Juan de Mesa, «discípulo de Juan Martínez Montañés y natural de la ciudad de Córdoba ».
Y la biografía se completa enseguida: en julio de 1928 encontraron el contrato con el maestro para su aprendizaje , en que se decía que era «un mansebo mayor de diez y ocho años y menor de veinte y cinco». Con aquello José Hernández Díaz invitó a la Real Academia de Córdoba a buscar su partida de bautismo.
La encontró en San Pedro Enrique Romero de Torres y enseguida lo publicó. Córdoba tenía un genio más del que estar orgullosa desde entonces, pero todavía había que andar camino.
A partir de ahí los hallazgos se sucedieron hasta el crucial año de 1930. El 7 de febrero, el joven investigador Helidoro Sancho Corbacho encontró en el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla la carta de pago que otorgó a la cofradía del Traspaso por la hechura de un Jesús Nazareno con la cruz a cuestas y un San Juan.
El documento sacudió a la ciudad: Juan de Mesa era el autor documentado de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y lo había entregado el 1 de octubre de 1620. Para entones ya se sabía que era el autor del Cristo de la Agonía de Vergara , su obra cumbre, y del de la Misericordia de Osuna .
Córdoba supo por entonces, gracias al testamento, que Juan de Mesa, aquel escultor recuperado, era el autor del grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias , crucial en la Semana Santa de Córdoba desde 1628, y que él terminaba cuando le llegó la muerte, el 26 de noviembre de 1627. Lo corroboró José Hernández Díaz con una conferencia en la ciudad.
Era 1930 y en aquel mismo años aparecieron todavía documentos importantes que certificaron que había contratado el Cristo del Amor y un Dolorosa y que los mercedarios le habían apagado por el Cristo de la Misericordia de Santa Isabel.
Quedaban imágenes importantes que aparecieron en los años siguientes y se hicieron atribuciones que perviven , como la del Señor Yacente del Santo Entierro de Sevilla o la Virgen del Valle, y otras revisadas, como la de la Victoria, pero a partir de entonces Juan de Mesa dejó la sombra de su maestro y emergió como el escultor más admirado del barroco andaluz.
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