HISTORIA
Cuando Juan de Mesa empezó a buscar a su Crucificado perfecto
El escultor cordobés recibió hace cuatro siglos el encargo del Cristo del Amor
A lo largo de su vida, el escultor cordobés Juan de Mesa realizó una serie de once crucifijos entre los años 1618 y 1627 . Pocos en su tiempo cultivaron tanto esta iconografía tan complicada. En esta etapa, el artista comienza su carrera como el gran escultor andaluz de la Pasión de Cristo . Aunque guarda reminiscencias de su maestro, Juan Martínez Montañés , comienza a perfilar su estilo personal, con un elevado rasgo realista en sus imágenes. Lo acentuará con el paso de los años y con su capacidad para captar a la perfección los detalles anatómicos . Ahora se cumplen cuatro siglos del encargo del primero de ellos, aunque llegaría dos años despés.
El Santísimo Cristo del Amor de Sevilla , titular de la hermandad del Amor de la ciudad, fue el primero de sus Crucificados. El 13 de mayo de 1618 , Juan de Mesa firmó el contrato para la ejecución de esta imagen, que se comprometió a hacer sin la participación de otros autores. La hermandad recibió al Crucificado el 4 de junio de 1620 , junto con una Dolorosa (que no se ha podido identificar a ciencia cierta), por las que pagó un total de mil reales , como se expone en la carta de pago.
Los caminos del dolor
El Cristo del Amor es el primer Crucificado y la primera obra pasionista de Juan de Mesa, que se basó en el Cristo de la Clemencia de Montañés , aunque ya abría caminos a su propio estilo, sobre todo en la profundidad y el dramatismo , alejados del equilibrio de su maestro para entrar en el terreno que le valdría que le llamasen «el imaginero del dolor ». El autor cordobés opta por una composición triangular , con un solo clavo para los pies (su maestro solía usar dos) y con una fuerte proyección hacia adelante.
A partir de ahí, Juan de Mesa haría una decena de Crucificados más. El de la Buena Muerte fue el primero para los jesuitas y el que inauguró una serie de gran seneridad formal. El de la Conversión del Buen Ladrón ya mostraba los grandes rasgos de su estilo (monumentalidad, dramatismo, ternura) y en él ya se distanciaba de su maestro en ciertos elementos formales como el sudario. El de la Agonía que se venera en Vergara (Guipúzcoa), recientemente restaurado, fue la cima de una serie en la que el autor llevó al Crucificado a unas cotas nunca vistas en que el dolor se hermanaba con la trascendencia y la espiritualidad.