Pasión en Córdoba

El Vía Crucis, según San Álvaro de Córdoba

Las ocho estaciones que él concibió han dado paso a las catorce actuales, pero su esencia pervive durante seis siglos

El superior de Santo Domingo, Mariano del Prado, pasa junto a la escultura de San Álvaro Valerio Merino

Julia García Higueras

Oración, penitencia y mirada al interior. Este 19 de febrero, fecha en que San Álvaro de Córdoba murió, queda dentro de la Cuaresma, el tiempo en que la Iglesia católica llama a la conversión y al cambio. El rezo del Vía Crucis , instituido por él en Occidente, sigue siendo la fórmula más empleada en estas jornadas para rememorar la Pasión y Muerte de Cristo.

El patrón de la Agrupación de Cofradías de Córdoba, oficialmente sólo beato, pero santo en el devocionario popular de estas tierras, dispuso ocho cruces en los alrededores del Santuario de Santo Domingo de Scala Coeli, en plena Sierra , en la que observó grandes similitudes con los Santos Lugares que visitó. Él importó la Vía Dolorosa desde Jerusalén.

Basado sólo en los Evangelios , parte de la oración en el Huerto, contempla la flagelación, y continúa con Jesús cargando con la cruz, la crucifixión y la sepultura. Mucho más breve éste de San Álvaro si es comparado con las catorce estaciones del Vía Crucis actual, el tradicional, instaurado por el papa Clemente XII en 1731, que comienza por la sentencia de muerte.

Encuentro con la Verónica

La versión ampliada contempla momentos ajenos a los textos de los evangelistas, simplemente devocionales, como la Verónica enjugando el rostro de Jesús (sexta estación) y las caídas con la cruz a cuestas. Sí coincide con el de San Álvaro en reflejar la muerte en la cruz y la sepultura.

El padre Mariano del Prado , de la Orden de Predicadores (dominicos), superior del convento de Santo Domingo de Scala Coeli, explica a ABC que es en 1425, dos años después de fundar el Santuario de Santo Domingo (el primero de la reforma de la Orden Dominica en España), cuando instaura esta práctica: «Fue aquí donde practicó por primera vez fuera de Jerusalén, el orden, la forma y contenido de lo que en la actualidad conocemos el Vía Crucis».

Este legado del Vía Crucis que San Álvaro ha dejado aquí en Córdoba, continúa Del Prado, «se fue extendiendo por el mundo entero, hasta tal punto que será difícil encontrar en cualquier lugar una iglesia en cuyo interior no figuren las estaciones de dicha devoción».

Este rezo que recrea la Pasión le sirvió a él y a los otros dominicos del convento a seguir e imitar a Cristo, pobre, casto y obediente

Del Prado subraya que aquel Vía Crucis les ayudó, tanto a San Álvaro como a los otros religiosos del convento, a «seguir e imitar a Cristo, pobre, casto y obediente hasta la muerte en cruz». Las ocho cruces de granito actuales «a la vera del camino, desde el Santuario al Monte Calvario», recuerdan aquellos primeros tiempos.

Entretanto, el Vía Crucis he ido evolucionando. La versión del papa san Juan Pablo II , por ejemplo, se compone de 15 estaciones e incluye la resurrección final de Jesucristo. La comunidad de dominicos, junto con la hermandad de San Álvaro, reza el Vía Crucis bíblico portando al Cristo de San Álvaro los Viernes de Dolores por los mismos lugares que lo hizo él hace seis siglos.

Pero, ¿cómo ha pervivido tanto tiempo? A otros pontífices anteriores, como recuerda Del Prado, se debe su continuidad durante siglos: Inocencio XI, en 1686, Inocencio XII en 1694 y Benedicto XIII en 1726 concedieron indulgencias a quienes practicaran estas oraciones. Y el papa Benedicto XIV exhortó a todos los sacerdotes a que colocaran las estaciones en sus templos.

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