Pasión en Córdoba

Córdoba vuelve los ojos a la Virgen de la Fuensanta para dejar atrás del todo el coronavirus

El obispo pide a la copatrona «que proteja a la ciudad» en este comienzo del curso

MIsa ante Nuestra Señora de la Fuensanta en su santuario Rafael Carmona
Luis Miranda

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Si en ocasiones de tribulación, a lo largo de los siglos, Córdoba había vuelto sus ojos a la Virgen de la Fuensanta , pocas como la que comenzó hace un año y medio y todavía dura, aunque ahora parezca en retirada. Como cada 8 de septiembre, la ciudad ha mirado a la copatrona en su día.

Miles de personas acuden al santuario a pesar de las restricciones del Covid y hacen cola en la puerta para poder visitar a la Virgen, que espera en un altar bajo su templete, en la peana de plata y escoltada por los faroles de su paso, entre nardos y rosas blancas.

Allí ha acudido el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández , para presidir la misa principal. «Que la Virgen de la Fuensanta en este comienzo de curso bendiga a nuestra ciudad y nos haga testigos del amor más grande, el que viene de Dios», ha dicho el prelado.

Ante el alcalde de Córdoba, José María Bellido , y varios miembros de la Corporación municipal, Demetrio Fernández, se ha referido a «un acontecimiento histórico, que se celebrará dentro de un mes». Es la beatificación de 127 mártires de la persecución religiosa en la década de 1930.

«Parecía que perdieron, pero el amor venció, y en el momento de morir bendijeron a sus verdugos y los perdonaron . Eso no viene de la carne ni de la sangre, sino que viene de Dios», ha dicho el obispo sobre los mártires .

Sus palabras han hablado de la gracia de Dios al explicar que el linaje de Jesucristo era también de pecadores . «Para eso nos dio una Madre, la llena de gracia, porque no somos santos ni perfectos», según Demetrio Fernández.

Al término de la celebración solemne siguen abiertas las puertas del santuario, porque en las aguas figuradas de la Fuente Santa hallarán muchos el consuelo y el alivio de estos largos meses de tribulación en que se han sucedido los meses de angustia.

A la luz de las velas espera la Virgen, radiante como sólo lo está en su casa, entre las flores de cada septiembre, para escuchar lo que le cuentan entre Avemarías. De vez en cuando se escuchan las campanitas de barro con la alegría de asegurar que llegará el día en que no habrá restricciones ni mascarillas.

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