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'Córdoba eterna de regocijos', el motete de Rafael Wals para el Cristo de la Salud
El compositor cordobés aporta esta obra musical por los 50 años fundacionales de la hermandad del Vía Crucis
El compositor cordobés Rafael Wals acaba de dedicarle al Santo Cristo de la Salud el motete 'Córdoba eterna de regocijos', en el marco de la celebración por los 50 años fundacionales de la hermandad del Vía Crucis .
Esta obra musical, escrita en memoria de Antonio Gómez Aguilar, está concebida como «una defensa a ultranza de lo popular y de lo sencillo, en contraposición a las ricas y complejas propuestas polifónicas actuales», según ilustra su creador.
El motete, estrenado e interpretado por el coro Cantabile el fin de semana en la Trinidad, establece un paralelismo con la presencia humilde e hierática del Señor por las calles durante la noche del Lunes Santo .
Está compuesta para coro polifónico a cuatro voces y acompañado por una capilla instrumental formada por flauta, clarinete, viola y violonchelo. Además, también se integran el piano y el tambor ronco.
Letra
Se nutre, sobre todo, de letras preexistentes escritas en honor de la sagrada imagen a finales del siglo XX. Es el caso de algunas estrofas escogidas de 'Cristo de la Salud' y 'Que vengan, Señor, a verte', sendos poemas escritos por Fermín Pérez Martínez y de Francisco José Mellado Lucena, respectivamente.
La estructura del motete tiene tres partes diferenciadas. Comienza con una especie de lamento denominado 'Cruces y miserias'. A juicio de su creador, «se encuentra a medio camino entre el gregoriano y el palo flamenco de la caña, género que nos retrotrae al cante puramente andaluz de tiempos pasados».
Esta parte, introducida por las cuerdas, comienza al unísono y es al repetirse cuando la armonía se desarrolla y enriquecerse. La letra primera reza «Cristo de la Salud, / con fe te pido / que tu presencia aliente / el recorrido / de cruces y miserias / donde sentimos / el anhelo profundo / de ser testigos / de que te lleven a cuestas / por el camino».
Estrofas
La segunda parte la integran dos estrofas que contrastan en métrica y en estilo con las anteriores, y que se han musicado a partir de la melodía de la Saeta vieja de Córdoba, de la que María 'La Talegona' fue uno de sus máximos exponentes.
La primera de las saetas que ha construido Wals se vale exclusivamente de la dulzura de las voces blancas, que dicen: «Que vengan, Señor, a verte / cuando el silente cortejo / de cofrades enlutados / ilumina de oraciones / las tinieblas del Calvario».
En la segunda saeta se incorporan las voces masculinas: «Que vengan, Señor, nuestros / hermanos / para ver cómo las almas / de salud se van llenando / cuando pasa el Vía Crucis / la noche del Lunes Santo».
El acompañamiento instrumental en esta parte es sutil, casi imperceptible, y se limita a proponer a partir de la capilla una base armónica llena de simbolismo , pues se vale del característico y marcial ritmo que los tambores marcan durante la salida procesional, como detalla Wals.
El ensamble instrumental propone una melodía dulce y serena , que discurre lentamente y que se repite cada vez con más peso. La incorporación, primero del piano y luego las voces, contribuye a este crecimiento; es entonces cuando comienza la «Súplica», la tercera parte.
El colofón
De nuevo, los versos de Fermín Pérez sirven para seguir el carácter ascendente que tiene como colofón el encuentro con la presencia real de Cristo: «¡Consumados / todos los siglos, / venzamos a la muerte / y al sacrificio! / ¡Acógenos / en el destino / de una Córdoba eterna / de regocijos; / Señor de la Salud, / Cristo divino!».
Una vez cumplido todo y apaciguado el son de los tambores, personados al final de la 'Súplica', vuelve a la melodía del inicio, pero con mucha más mesura. Una coda pretende aludir con cierta nostalgia y de forma bucólica al ciclo de la vida y al principio y el fin de un nuevo Lunes Santo.
El propio Fermín Pérez fue el encargado de la exaltación a este crucificado de la parroquia de la Trinidad. Su intervención se tituló 'Gloria al Santo Cristo de la Salud. En las bodas de oro de su hermandad el Vía Crucis'.
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