La Cuaresma en ABC
Carteles de la Semana Santa de Córdoba, entre los pinceles y los objetivos
La creación de la Agrupación de Cofradías en 1944 alentó la edición del anuncio de la Semana Santa, una iniciativa que ha vivido distintas etapas a lo largo de casi ocho décadas
En imágenes, un paseo por los carteles de la Semana Santa de Córdoba
La Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Córdoba, emulando el poderoso espejo malagueño, se había fundado en 1944. Se trataba de vertebrar los activos de la fiesta, organizar horarios, recorridos… y con ellos, rodear a la Semana Santa de otras iniciativas inéditas como el pregón y, cómo no, de un cartel anunciador que tenía escasos y pobres antecedentes en aquella Córdoba de grisallas.
En 1944 ya hubo cartel, atribuido a Jaime Rittón , creador de la impronta estética de la cofradía de la Caridad. En 1945 lo firmó Herreros, nombre fundamental en el primer periodo. Retrataba un crucificado innominado acompañado de un nazareno con una bocina orlada con el escudo de Córdoba.
Se marcaba una constante: en esos primeros años se prescindía de imágenes o cofradías concretas para retratar la ciudad a través de elementos como la torre de San Nicolás, el Puente Romano o, directamente, con reproducciones de antiguas obras pictóricas como la Piedad de Luis de Morales escogida para anunciar la Semana Santa de 1950 o el crucificado del Museo de Bellas Artes en 1951.
La era Anaya
Pero todo iba a dar una vuelta. Ricardo Anaya , que ya había firmado un Ecce Homo sobre el paisaje de Córdoba en 1949, se iba a reestrenar por todo lo alto firmando el memorable cartel de 1953 que retrataba al antiguo palio de Nuestra Señora de las Angustias por la plaza de la Fuenseca. La escena, de absoluto sabor regionalista, podría ponerse en el pódium de los mejores carteles de la Semana Santa de Córdoba.
El paso ya no existe; tampoco aquellos nazarenos 'campanillas' que ordenaban andar y parar la cofradía. Pero la obra, resuelta magistralmente con las tintas planas a las que obligaba la tipografía de la época goza de un aire intemporal; retrata una Semana Santa eterna, el sabor de aquellas madrugadas de Viernes Santo que ya sólo son territorios de la memoria.
El cartel de 1954 fue realizado por Puya, recurriendo a un nazareno de catálogo y la referencia de la torre de San Nicolás . Ricardo Anaya volvió a la carga en 1955 empleando la poderosa iconografía del campanario catedralicio elevado sobre tres encapuchados. La geografía de la ciudad, el marco urbano, se impone a las propias imágenes o la identidad de las cofradías.
Es el caso del cartel del 56, retratando un grupo de nazarenos a las espaldas del Cristo de los Faroles en una visión nocturna de la plaza de Capuchinos. Mucho más reconocible es el palio de la Virgen de la Soledad de San Cayetano junto a los muros de la Catedral de Córdoba , rodeado de sus nazarenos sirviendo de fondo a una mujer vestida de mantilla. En ese momento era aún una escena imposible que sólo se materializaría -fugazmente- a comienzos de la década siguiente.
De 1961 es la recordada fotografía de Studio Jiménez , con un nazareno que porta una cruz que se recorta entre la cal y las sombras de la ciudad callada. En 1962 se recurrió a una fotografía del Cristo de la Clemencia en el Patio de los Naranjos que, de alguna forma, daba fe de los cambios de aquellos años.
Pero Anaya recuperaría el hilo del cartel de la Semana Santa de Córdoba en 1963 -con la excepción de 1970 y 1973, en que que fueron fotográficos- volviendo a retratar al Cristo de los Faroles.
A partir de ahí, comienzan a desfilar año a año cofradías que empezaban a ser clásicos de la Semana Santa ubicándolas en su geografía urbana más genuina: el Remedio de Ánimas con el fondo de San Lorenzo; el Señor de la Caridad en la plaza del Potro; la Esperanza en Santa Marina; el Descendimiento en el Puente Romano; Pasión en el Arco de Caballerizas; la Paz en Capuchinos, dando la mayor relevancia al nazareno que sostiene dos velas con los brazos en cruz; la Misericordia en el Arco Bajo; el Rescatado remontando el Realejo… Ricardo Anaya despidió toda una época de la cartelería semanasantera , la suya propia, retratando a Jesús Caído delante de Santa Marina. Se avecinaban profundos cambios en la festividad…
El cartel de 1976, una irrelevante imagen en blanco y negro de la Virgen de la Piedad delante de San Lorenzo, sirvió de bisagra entre dos épocas: la llegada a la presidencia de la Agrupación de Cofradías de Rafael Zafra León iba a suponer un auténtico zamarreón para las cofradías cordobesas y el cartel tampoco sería ajeno a esos cambios inaugurando una etapa que también tendrá sus firmas y hasta un formato absolutamente reconocible: el de ese faldón con la leyenda 'Córdoba, Semana Santa' y el año correspondiente.
Ese periodo se inicia en 1977 con una fotografía de estudio del grupo escultórico de las Angustias firmado por Fotocolor León que también fotografiaría al año siguiente al Remedio de Ánimas enfrentado a la luz del rosetón de San Lorenzo .
Andrés Roig sería el encargado de pregonar gráficamente las Semanas Santas de 1979 y 1980. En la primera, retratando el costado del palio de las Lágrimas en la Corredera y en 1980, retomando el recurrente Cristo de los Faroles en una toma nocturna. Hay más firmas de este periodo y carteles que, de una forma u otra, pertenecen a la memoria colectiva de toda una generación de cofrades.
Es inolvidable la imagen del Descendimiento recortado sobre la Calahorra en una toma de José Jiménez Melendo o la Nazarena sin palio en un anochecer de Martes Santo delante de San Agustín según el objetivo de Rafael Cava Molera que también retrató la salida del Cristo de la Misericordia en San Pedro, la cabecera de la cofradía de la Caridad saliendo de San Francisco, la Paz en los jardines de la Merced o el tránsito del paso del Santo Sepulcro haciendo historia delante de la Cruz Guiona en las naves de la Catedral para la Semana Santa de 1987.
Ese formato se cierra en 1988 con un cartel en el que debuta una firma que acabaría convirtiéndose en casi un monopolio. José Aguilera Carmona firmó el primer plano de la Virgen de los Dolores ese año inaugurando una serie de imágenes en las que, a la vez que se afianzaba el 'boom' de la fotografía cofrade , hubo de todo incluyendo algunos carteles perfectamente olvidables.
Uno de los más reconocibles de esos años corresponde al de la Semana Santa de 1993: el año antes se había estrenado el dorado del paso del Señor del Calvario dando carta de naturaleza a esa ' fiebre del oro' que estaba a punto de transformar profundamente la puesta en escena de la Semana Santa de Córdoba.
Mucho más valor cartelístico tuvo la imagen del Cristo de la Buena Muerte retratado por José María Carreras-Manaut Ahumada para la Semana Santa de 1994. Pero el apellido Aguilera iba a mantener el hilo de esos años. José Ignacio Aguilera Castelló, hijo del anterior, realiza las fotografías de los años siguientes, aunque su padre firma su mejor cartel en 1998 retratando a la Soledad de San Cayetano delante de la mole de la Malmuerta .
Siglo XXI
Las fotografías parecen haber tocado techo -o fondo- al estrenarse el siglo XXI. Fue el momento de inaugurar la primera etapa pictórica del cartel con un paño de la Verónica salido de los pinceles de Antonio Bujalance que pasó sin hacer demasiado ruido. Pero si hay una obra que logró retratar la esencia de una Semana Santa idealizada en la memoria fue Ginés Liébana retratando un evocador tornaluz en la salida de la Virgen de los Dolores en la plaza de Capuchinos sin renunciar a uno de sus genuinos ángeles. Era el año 2004.
Se suceden firmas, todas cordobesas, como las de Juan Hidalgo del Moral, Romero del Rosal, el mismísimo Martínez Cerrillo -se escogió un cuadro suyo de la Virgen de la Amargura para rendirle un homenaje póstumo-, Rafael Pineda, Luis López de Pereda, Javier Berenguer, Javier Aguilar, Clemente Rivas y Miguel Ángel Valenzuela que cierra esta etapa en 2012 en coincidencia con el final del mandato de Juan Villalba en la Agrupación.
Con el estreno de la nueva junta, presidida por Francisco Gómez Sanmiguel , se entra en un peculiar intermedio que será ocupado por dos montajes de Aguilera Castelló entre 2013 y 2014 y una fotografía firmada por Valentín Moyano que retrataba a la cofradía de Las Penas en el interior de las naves catedralicias para la Semana Santa de 2015.
En 2016 se recupera la línea pictórica con la apuesta del diseñador Rafael de Rueda , último cordobés en firmar un cartel que inauguraría una última etapa en 2017 con la entrada en liza de la pintora sevillana Nuria Barrera -auténtica estrella de la especialidad- y con ella, de otros 'especialistas' que pasean sus pinceles por otras semanas santas como el sevillano César Ramírez, que a su vez fue sucedido en 2019 por el malagueño Raúl Berzosa .
La Semana Santa de 2020, un año sin cofradías en la calle por mor de la pandemia, iba a ser anunciada, paradójicamente, por el mejor cartel de esta última etapa. Lo pintó Fernando Vaquero reinterpretando la obra pictórica de Julio Romero de Torres a través del cuadro 'La saeta', reproducido en azulejos en la fachada de San Jacinto. Vaquero supo retratar la esencia, el alma cansada de la ciudad, una Semana Santa casi onírica en la que se suma realidad, deseo y evocación, poniendo en el centro de la composición a la maravillosa Virgen de las Tristezas . Lo hizo pidiendo prestada la inconfundible estética de aquel pintor de la mujer morena que plasmó como ninguno el misterio de la compleja ciudad califal.
El pasado 2021, otra Semana Santa sin cofradías pero con iglesias abiertas, llegó la interpretación sensorial del Señor de la Sangre de Martín Mena y en este 2022 en el que recuperamos tantas cotidianidades se ha apostado por un inédito cartel coral que reúne tres firmas reincidentes: Nuria Barrera, Berzosa y César Ramírez retratando las imágenes del Caído, las Angustias y el Resucitado en un inusual formato horizontal . Es el cartel de la vuelta a la normalidad.
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