HISTORIA
El auge de las hermandades cordobesas en las primeras décadas del siglo XX
Las corporaciones penitenciales vivieron una etapa de pujanza con anterioridad a la proclamación de la II República
La Semana Santa de Córdoba , a lo largo de su historia, ha vivido etapas de todo tipo. Desde el apogeo y la brillantez de siglos pasados a momentos de horas bajas con la prohibición de los desfiles procesionales y la desaparición de cofradías. Así las cosas, en las primeras décadas del siglo XX las hermandades cordobesas vivieron una de las etapas de mayor auge de su historia , con la revitalización y el impulso de diferentes corporaciones.
Así lo recoge el libro «La Pasión de Córdoba» , publicado hace algunos años por ABC con el patrocinio de Cajasur. La celebración de la Semana Santa en la ciudad, a comienzos del siglo XX, vivió una de sus etapas de mayor auge y pujanza. Concretamente a partir de 1925 , coincidiendo con el directorio civil de la Dictadura del general Primo de Rivera. Y es que el apoyo que en aquel momento venían prestando las diferentes instituciones a la Semana Mayor, especialmente la corporación municipal , se intensificó.
Presencia de familias nobiliarias
Aunque las cofradías penitenciales se nutrían de hermanos de todos los estamentos de la sociedad, la activa presencia de familias nobiliarias contribuiría de manera decisiva al prestigio de algunas hermandades, que incluso llegarían a alardear y hacer ostentación de los títulos de real y pontificia . El mecenazgo de la aristocracia y de personas adineradas sería sin duda uno de los factores primordiales para este resurgir de la Semana Santa cordobesa.
Por ejemplo, el notorio papel desarrollado por la marquesa de la Mota de Trejo , camarera de la Virgen del Mayor Dolor en Soledad, resultó decisivo en la etapa de esplendor que vivió la cofradía de Jesús Caído en la década de los años veinte del siglo XX . Además, el nombramiento de su esposo como hermano mayor resultaría beneficioso para los intereses de la propia hermandad, cuyo mandato se iniciaría en la primavera de 1922 y se extendería hasta la proclamación de la Segunda República.
El mecenazgo de esta familia nobiliaria constituye, sin dudas, una de las claves de la pujanza de la cofradía de Jesús Caído y de su relevancia en la Semana Santa de Córdoba. Durante la etapa del marqués de la Mota de Trejo al frente de la cofradía del Jueves Santo, s e incrementa sustancialmente el número de hermanos , que pasarían a ser de 421 personas a finales de 1922. Asimismo, se materializan proyectos orientados a conseguir una mayor suntuosidad en la estación de penitencia.