SOBRE JUAN DE MESA
El arte, la vida y la muerte
La obra del recién fallecido Fernando Carrasco, «El hombre que esculpió a Dios», gira alrededor del proceso de creación del gran Poder
El día 3 de marzo, a las ocho de la noche, en el Hospital de la Caridad, de Sevilla, pude ver la tercera función de «El hombre que esculpió a Dios» , una producción de la compañía «La Contenida», basada en la novela de Fernando Carrasco . Un rato antes de la misma conocí al autor. Estuvimos juntos durante la obra. Me pareció una persona entusiasta, apasionada, y, como todos los autores ante una representación, parecía un niño chico lleno de ilusión mientras estrena o descubre un juguete nuevo. El juguete de Fernando era, en ese momento, el juego escénico que iban a realizar los actores.
Dicho juego empezó. La acción desarrolla un tema muy querido en Sevilla, y muy querido también en Córdoba: Juan de Mesa . El diálogo traza un conflicto entre los celos del maestro y las cualidades del discípulo. También es importante cómo se adentra en el proceso de creación y concepción de una obra de arte , hasta qué punto esto es un camino de lucha y esfuerzo por hacer que ésta hable, se comunique. En este sentido, la obra va más allá de un texto limitada al ámbito cofrade o capillita, pues se adentra con profundidad en el proceso de creación artístico.
En la trama aparecen cinco personajes: Juan de Mesa (Juan Collantes), Martínez Montañes (Pedro G. Mendoza), Gamazo, un aprendiz de escultor (Mario Boraita), María Flores, la esposa de Mesa (Candela Cruz)… y el quinto personaje es el Gran Poder . El Gran Poder está constantemente presente, aludido y evocado en la palabra. Aunque no aparece físicamente en la acción, la potencia con la que todo gira en torno a Él es tan grande, que el espectador puede ver conceptualmente su poderosa efigie, cómo se va labrando, poco a poco, por las manos y gubias de Mesa . Es muy elegante la forma abstracta con que la puesta en escena sugiere el proceso de desbastado y talla de la madera que soporta la imagen del Gran Poder. Los actores realizan un trabajo denso, concentrado, son actores jóvenes, la compañía lo es, y vuelcan en su hacer el ímpetu y la emoción del amor por su trabajo, así como buenas cualidades dramáticas .
La dirección escénica, de Gustavo García, es sobria, parece inspirarse en la intimidad y tenebrismo del Arte de una parte del siglo XVII . La puesta en escena es fluida, consiguiendo que la diversidad de espacios y ambientes se sugieran con apenas los desplazamientos de los actores, o el uso de sencillos elementos escenográficos. Su dirección pone en valor la emotividad de los personajes, huyendo de toda la hojarasca «cofrade» en la que fácilmente se podría caer, para poner en primer plano la conflictividad del proceso artístico, los retos, aventuras y riesgos que han de experimentar los verdaderos artistas.
El aire dramático de la acción se potencia por el lugar en que se representa la obra, una de las enfermerías del Hospital de la Caridad, nave abovedada, sostenida por arcos y columnas. El lugar es de enorme sugestión escénica. Allí las voces suenan perfectamente, con la textura y la pátina de una atmósfera antigua. En esa atmósfera Juan de Mesa muere , según la Historia, tres días antes de terminar la Virgen de las Angustias de Córdoba, pero, según la dramaturgia, en una estilización argumental justificada por la debida síntesis de la ficción, muere al desprenderse de su obra, el Gran Poder, porque el artista, con su arte, entrega trozos de su vida.
La obra terminó. Tras un silencio absoluto , el público en pie aplaudió a los actores. Pude cambiar impresiones al final con el autor, Fernando Carrasco. La alegría por la recepción del espectáculo en él era evidente. Eran las nueve y media de la noche del 3 de marzo. Nos despedimos… quedamos en volvernos a ver… Adiós en la cancela del Hospital… Adios. Me entero de que poco después Fernando murió ... que El Gran Poder te abra sus brazos.