HISTORIA
Los altares domésticos, una tradición en desuso en Córdoba
El Ayuntamiento llegó a instaurar un concurso para promoverlos
La Semana Santa de Córdoba ha experimentado en las últimas décadas un crecimiento notable en lo que a patrimonio artístico se refiere, así como una mayor profesionalización en determinadas áreas de trabajo del movimiento cofrade. No obstante, en este auge han ido quedándose atrás tradiciones ancestrales como la instalación de altares domésticos durante el itinerario de las hermandades.
A pesar de que aún existen algunos resquicios, como los altares que reciben habitualmente al Señor de la Salud - de la hermandad del Vía Crucis- cada Lunes Santo , lo cierto es que son casos aislados que poco tienen que ver con los montajes efímeros que engalanaban la ciudad en el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX . Tanto es así que en la Semana Santa de 1925 el Ayuntamiento dinamizó esta costumbre con la implantación de un concurso de altares en el que se ofrecían 500 pesetas para repartir entre los de mayor valor artístico.
Tal y como recogen los libros de Pasión en Córdoba de ABC, Ricardo de Montes en sus Notas Cordobesas felicita al Consistorio:
«Una de las costumbres más simpáticas del pueblo cordobés que, como todo lo tradicional, ha decaído mucho y que el Ayuntamiento se propone restablecer, por lo cual merece plácemes, es la de instalar altares en las casas el Jueves Santo ¡Hermosa tradición la de los altares del Jueves Santo debió decaer y por cuyo resurgimiento debemos interesarnos todos los buenos cordobeses!».
Esta iniciativa municipal tiene una buena acogida entre los vecinos. De esta forma, en el año 1927 se contabilizan 37 altares domésticos inscritos en el concurso. Los movimientos políticos que siguieron a estos años con la Guerra Civil y la proclamación de la II República acabaron por enterrar esta tradición.
No obstante, en el año 1977 la cofradía del Vía Crucis volvió a tomar contacto con algunos vecinos para retomar estos entrañables montajes. Un esfuerzo que se mantiene hoy en día y que puede disfrutarse cada Lunes Santo a excepción de otros días, donde la decoración callejera ha quedado limitada a engalanar algunos balcones o banderolas durante el recorrido de las hermandades.