CRÓNICAS DE PEGOLAND
Lo están mejorando
Ha habido meses, muchos, para arreglar este desaguisado para que dentro de cinco meses no tengamos dos comarcas enteras de Córdoba con restricciones
A algún fiera con poco seso y menos vergüenza se le ha ocurrido hacer política con el agua de las comarcas de Los Pedroches y el Guadiato. Un asunto que debería suscitar, por su gravedad, cooperación en vez de enfrentamiento. Donde los buenos deseos hacia los vecinos y los industriales de la zona están dejando paso a una especie de mercadillo chungo de los votos. Y donde hay poquitos, muy poquitos, que se pueden poner medallas porque las cosas se han hecho generalmente muy mal tirando a peor.
Es en el agua del Norte, con un pantano hasta los topes que no se puede usar (un aeropuerto sin aviones, correcto), por la inexistencia de una red de tuberías que el Gobierno de la Junta del PSOE dejó abandonado hace una década generando uno de los casos más vergonzosos que se recuerdan en la historia de la obra pública. Y que el PP, cuando llegó a San Telmo, bien podría haber aligerado. Que todo hay que decirlo, puñetas.
Algún listo se ha decidido a ponerse medallitas con el asunto que hasta Juan Espadas se apuntado al disparate. Y hemos tenido momentos como a Esteban Morales proponiendo sacar agua con grupos electrógenos o a la subdelegada del Gobierno, Rafi Valenzuela, explicando que el asunto ya lo pagará una empresa estatal, Aquages, o Emproacsa. Una de las dos seguros. El que quiera detalles, que se compre un libro. Que aquí hemos venido a vender relato.
Ha habido meses, muchos, para arreglar este desaguisado. Se han descartado posibilidades técnicas ciertas -caras pero viables- para que dentro de cinco meses no tengamos dos comarcas enteras de la provincia de Córdoba con restricciones tremendas en el suministro. No joroben esta vez con que los medios no hemos hecho nuestro trabajo.
Basta asomarse a un buscador para saber que ha sido un asunto de interés general que ha sido seguido por la práctica totalidad de los miembros serios de la profesión. Y aquí estamos. Con esa vieja historia del gran chef que llegaba a su restaurante a última hora y veía la sopa que habían estado haciendo todos sus empleados. durante horas Se acercaba y, solemnemente, se orinaba dentro al grito de «lo estoy mejorando».