Mirar y Ver

Muere el campo

la falta de medidas para mantener el desarrollo y progreso del medio rural, ha provocado una triste consecuencia: la España vaciada y olvidada

María Amor Martín

Córdoba

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EL teatro es reflejo de la realidad y, en muchas ocasiones, instrumento de transformación social. Ha sido esta la manera elegida por la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja), la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) y Cooperativas Agroalimentarias de Córdoba, para llamar la atención sobre la devastadora situación del campo cordobés, a través de una representación teatral en plena calle, y no precisamente con final feliz, sino con el entierro del sector y los lloros hipócritas de quienes contribuyen a su muerte.

Aunque el rural es un entorno cercano y conocemos las causas de sus muchas dificultades, no hay más ciego que el que no quiere ver. Lo que a nadie le pasa desapercibido, evidente en la compra diaria, es el encarecimiento de sus productos. Sospechando la desproporción entre los precios de origen y los de destino, he comprobado los datos de la COAG al respecto.

Los ajos se pagan al productor a 0,70 euros el kilo y los compramos a 5,94; la sandía sube de 0,36 a 2,17, la ciruela de 0,66 a 4,37, la naranja de 0,15 a 1,48 o el cerdo de 1,64 a 6,18. Está claro que la ganancia no la reciben ni los agricultores ni los ganaderos y la sufrimos los consumidores.

Hablamos del sector primario, aquel que se refiere a la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería. Estas son las actividades productivas primordiales y, en concreto, los alimentos son una necesidad básica, que necesitan, así como las personas que los producen con tanto esfuerzo, una protección especial.

Pero es que, además, primario significa, el primero en orden o grado y también principal y esencial. Aun siendo así, la falta de medidas para mantener el desarrollo y progreso del medio rural, ha provocado una triste consecuencia: la España vaciada y olvidada. Y no debería permitirse, porque es terreno abonado de valores y enseñanzas indispensables: el cuidado de la naturaleza, la conciencia vital del tiempo, el valor del silencio, la conservación de tradiciones y raíces, la sabiduría de las personas que lo trabajan y que nos recuerdan, como el poeta Buesa: «Alza la mano y siembra, […] /en el surco, en el viento, en la arena, en el mar.../[… ] infatigablemente:/[…] porque la vida es eso: ¡sembrar, sembrar, sembrar!».

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