pasar el rato
O Sánchez o Dios
La soberbia será una reafirmación de la personalidad
EL único poder que le queda por conquistar a Pedro Sánchez es el poder celestial. Un gran periodista español, cuyo nombre no estoy autorizado a revelar, me envía los resultados de la última encuesta del CIS de Tezanos. Se publicará en septiembre, y ... sostiene que si en este momento se celebrase el Juicio Final, lo perdería Dios. No dice por cuántos votos. El único precedente de la derrota política de Dios es de 1936, cuando el Ateneo Científico y Literario de Madrid puso a votación su existencia, que es como deben resolverse las grandes cuestiones. Perdió Dios por un voto. Para llegar a la sorprendente conclusión del sondeo, el alegre Tezanos se ha socorrido del pensamiento de brillantes magistrados españoles, pues estamos ante una cuestión jurídica: De Prada, Conde-Pumpido, Grande-Marlaska -que ha encogido mucho en el ministerio-, Dolores Delgado y su sucesor en la Fiscalía General delEstado, y hasta más de un centenar de opiniones fundamentadas en Derecho. Casi todos los opinantes están versados también en teología política, por su cercanía moral al divino Sánchez.
Fuentes de la Moncloa me aseguran que estamos ante una conspiración del Papa Francisco, interesado en que los sucesores de Fidel Castro, en Cuba, el venezolano Nicolás Maduro, la argentinita Cristina Fernández, y otros pecadores importantes, como el beato Oriol Junqueras, tengan reservado un sitio de honor en la vida eterna, sin necesidad de enojosos trámites procesales. A este Papa le gusta más la política que la filosofía, y en su momento trató de poner orden en los pecados capitales, rebajando la lujuria a un puesto más inofensivo en el escalafón, para consuelo de rijosos.
Fue cuando dimitió en diciembre pasado el arzobispo de París, por haberle hecho «pequeños masajes y caricias» a su secretaria, según la versión papal. Si se tratara de un seminarista o de un militar sin graduación, diríamos que le metió mano. Pero el arzobispo masajeador era de una carnalidad más refinada. No nos han dicho si la secretaria aceptó de buen grado las cosquillas o puso alguna puntillosa objeción feminista, que le habrá sido perdonada.
El caso es que el Papa consideró que «los pecados de la carne no son los más graves, sino la soberbia y el odio». Para rectificar a la Iglesia católica y hacerse con el poder espiritual, nuestro divino césar aéreo prepara una ley de virtudes capitales de la democracia española, con el asesoramiento de Iglesias y Otegui. La soberbia será, según el legislador, una reafirmación de la personalidad presidencial; la ira, firmeza de convicciones expresada con las manos; el odio, amor que discrepa de su objeto; la lujuria, reconciliación del ser con su entrepierna; la mentira, una percepción política de la realidad y metáfora de la acción gubernativa. El ex magistrado Baltasar Garzón, en busca de destino en lo universal, se muestra dispuesto a defender a Dios, si llega a un acuerdo económico con el Espíritu Santo, querido Espíritu Santo. Felipe González, uno de los políticos más humildes y más austeros que ha dado España, es partidario de que Dios le pida el indulto a Pedro Sánchez. Entre colegas será fácil entenderse.
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