Pasar el rato

Del brazo del delito

Sánchez es un semental de la anticultura, de la antipolítica y de la antinomia

José Javier Amorós: Periodismo artificial

José Javier Amorós

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Para gozo de los intelectuales orgánicos, España va a ser gobernada por un perdedor del brazo de un delincuente. Pues sí que empieza bien la Presidencia española de la Unión Europea. Cierto que ninguno de los dos carece de inmoralidad ni le faltan méritos para causas penales, pero sus cerebros están muy lejos de la brillantez intelectual y la cultura política de Talleyrand y Fouché, a quienes inmortalizó Chateaubriand en sus 'Memorias de ultratumba'.

Mientras el gran escritor esperaba para ser recibido por el rey de Francia, Luis XVIII, vio abrirse una puerta por la que «entra silenciosamente el vicio apoyado en el brazo del crimen, monsieur de Talleyrand caminaba sostenido por monsieur Fouché». Una «visión infernal», para el autor. También el mal gana mucho si se puede adornar con el genio.

Tengo a los señores Sánchez y Puigdemont por malas personas irrecuperables, pero sin capacidad intelectual para elevar la miseria de la personalidad a categoría artística. «Es peor que un crimen, es un error». A Stefan Zweig, Fouché le parece una naturaleza del todo amoral. Un «traidor nato», que tenía su punto débil en la ambición, por la que era capaz de soportar el odio y la indignidad «antes que levantarse voluntariamente de un sillón de ministro». Se adaptaba fácilmente a todos los cambios de régimen, cambiaba con facilidad de opinión y defendía causas opuestas y contradictorias.

Me cuesta creer que Pedro Sánchez haya leído la biografía de Fouché que escribió Zweig. O que la entendiera, si la leyere, más allá de algunos pasajes de conveniencia, referidos a las afinidades inmorales más evidentes con el biografiado. Para que un individuo como Pedro Sánchez se proponga a la aceptación popular como un triunfador, modelo de vida y costumbres, ha hecho falta en España un sistema educativo redactado con faltas de ortografía en el libro de los valores, donde está toda la cultura de un pueblo.

Sánchez es un semental de la anticultura, de la antipolítica y de la antinomia. Casi ocho millones de votos lleva procreados, y engendrará más. Una parte no desdeñable de España se solaza con él en la bajeza. Conscientemente o no, según el nivel de su bachillerato y otros ideales revolucionarios al 3%.

Y luego está la oposición victoriosa, «fiel espada triunfadora / que ahora brillas en mi mano», y cosas así, de campaña electoral de zarzuela. Núñez, llamado Feijoo, tiene triste hasta la figura. Él y los jefes subalternos del PP no son otra cosa que socialistas blandos, que no se atreven a dar el paso definitivo y fundar un partido de derecha socialista, reformista, centrista y cuentista. Los abascales, tan musculosos, se han lesionado practicando el levantamiento de principios en arrancada. Deberían ir aprendiendo a encestarlos con habilidad, después de repartir juego, que es un deporte político menos pesado y más provechoso.

España duda hoy entre el mal absoluto o puigdemoníaco y el error obstinado o pensamiento Rajoy, que es una forma artesana del mal. De manera que todo acaba en Sánchez, único gran artista de las tinieblas.

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