Perdonen las molestias

Esa puerta

Si a los comerciantes les trae al pairo el planeta, al menos, cierren esa maldita puerta

Bares y tiendas de Córdoba, ante el reto energético: «Cerrar la puerta va en contra del negocio»

Aristóteles Moreno

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Hay calles comerciales de Córdoba que es preciso transitar con rebeca de punto en pleno agosto. Los aires gélidos del Ártico circulan de dentro hacia fuera en una suerte de fenómeno geotérmico que desafía todas las leyes físicas. No digo que los pingüinos chapoteen sobre el acerado a las cuatro de la tarde. Pero oiga. El mundo se enfrenta a una emergencia climática de tres pares de narices y hay quien mira para otro lado como si tal cosa.

Es difícil saber si los comerciantes dejan obstinadamente la puerta abierta en un acto de rebeldía contra el decreto del señor Sánchez o simplemente el planeta les trae al fresco (y nunca mejor dicho). En cualquier caso, le están dando una patada al presidente del Gobierno en el trasero del precario equilibrio de la Tierra y sus moribundos ecosistemas. Que es una forma verdaderamente estúpida de escupir para arriba y esperar a que llueva agua tibia.

Los comerciantes, como los ciudadanos, son individuos que encienden la televisión, escuchan la radio y leen el periódico mientras apuran un café cortado en el bar de la esquina. Es probable que a estas alturas sepan que hay una guerra en Ucrania, que nos acercamos a una crisis energética sin precedentes y que el calentamiento global es un hecho científico que solo discuten Miguel Bosé y la señora Ayuso.

No hay que ser doctor en Física Experimental para llegar a la conclusión de que si mantenemos nuestro actual ritmo de consumo energético y depredación de recursos naturales vamos directos a la puta mierda. Un comerciante, exactamente igual que un fontanero, no digamos ya un informático, está preparado para metabolizar una idea tan simple como la que acabamos de exponerle. Y sabe, por tanto, que si somos incapaces de tomarnos la molestia de cerrar siquiera la puerta para ahorrar energía, qué pasará cuando tengamos que adoptar decisiones infinitamente más drásticas.

Los glaciares se derriten, las cuencas hidráulicas se desecan y acabamos de padecer el verano más tórrido desde que hay registros, mientras los clientes adquieren con toda parsimonia carcasas de «smarphones» de última generación a 19 grados Celsius. Si les trae al pairo el planeta, al menos, cierren esa maldita puerta.

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