EL DOBLE FILO DE LA BAJADA DEL IPC
La demanda interna está repuntando, como bien demuestran el incremento de las ventas minoristas o la mayor matriculación de automóviles, al tiempo que la inversión crece
LA caída de precios que experimenta España en los últimos meses ha vuelto a avivar el fantasma de la deflación, pero los datos parecen por ahora desmontar ese riesgo y certifican una fuerte reducción de los costes energéticos, lo cual se traducirá en una mayor renta disponible para las familias y un aumento de la competitividad empresarial, entre otros aspectos positivos. En concreto, la inflación bajó un 1,1% interanual en diciembre, el descenso más acusado desde mediados de 2009, acumulando ya seis meses en negativo, según el índice adelantado que publicó ayer el INE. Sin embargo, esto no significa que España haya entrado en un proceso deflacionario. En primer lugar, porque esta evolución se debe al abaratamiento de los combustibles, mientras que la deflación se caracteriza por una caída generalizada de todos los precios. El petróleo se ha desplomado casi un 50% desde el pasado verano y, aunque aún no se ha trasladado por completo a las gasolineras, ya se ha traducido en una notable rebaja de precios.
Y, en segundo lugar, porque una deflación dañina se materializa en menor consumo e inversión, y éste no es el caso de España. La demanda interna está repuntando, como bien demuestran el incremento de las ventas minoristas o la mayor matriculación de automóviles, al tiempo que la inversión crece y el mercado de crédito empieza a mostrar los primeros síntomas de mejoría. Así pues, la caída del IPC, lejos de resultar negativa, conlleva grandes ventajas a tener muy en cuenta. Por un lado, el abaratamiento del crudo ahorrará a la economía española más de 10.000 millones al año y mejorará la productividad de las empresas, ayudando a impulsar las exportaciones. Por otro, la baja inflación permitirá incrementar el poder adquisitivo de las familias, amortiguando parte de las congelaciones y recortes salariales sufridos durante la crisis, y acentuar la leve subida de las pensiones, ya que el coste de la vida es menor. Además, el precio de numerosos servicios y tarifas públicas, especialmente en transporte y energía, se mantendrá intacto en 2015 gracias al contexto de desinflación que experimenta España.
Pese a todo, conviene comprobar si esta tendencia se mantiene en los próximos meses para descartar la deflación, y no tanto en España como en el conjunto de la zona euro. No en vano, la mayor amenaza para la recuperación nacional es que la economía europea prolongue su estancamiento o recaiga en la recesión, arrastrada por la debilidad de algunos países, como Francia e Italia, o el resurgimiento de nuevas tensiones financieras provenientes de Rusia y Grecia, acentuando así el riesgo de japonización que sufre Europa.