Los Inocentes y el acoso a la libertad religiosa

JUAN GARCÍA

En la festividad de los Santos Inocentes, la Iglesia recuerda la primera matanza de niños ordenada por un gobernante para impedir que, en algún momento, se convirtiesen en una amenaza a su poder. Bien puede decirse que aquellos niños murieron como protomártires de una fe que tardaría años en manifestarse como la más formidable fuerza liberadora de la humanidad y que, a lo largo de los siglos, ha sido la más temida por los poderes establecidos. Ahí se encuentra la razón última de las persecuciones de cristianos en buena parte del mundo, donde el concepto de libertad para amar a Dios, una de las esencias de la fe cristiana, sigue siendo combatido por el fanatismo, ya sea religioso o ideológico.

Se entiende perfectamente que el Papa, en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, pusiera el acento en la necesidad imperiosa de defender la libertad religiosa como fuerza de progreso y civilización, una verdad que se estrella contra los mil muros de intolerancia levantados para acallar conciencias.

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