LA CERA QUE ARDE
El futuro
Emprendedores que no emprenden, trabajos que no se pagan. Todo pasa por el «coaching»
Acabo de dejar momentáneamente mi carrera de comentarista deportivo para dedicarme a la hostelería, que es el Dorado. Como comentarista deportivo quizá no he sabido aprovechar la oportunidad que el equipo de mi ciudad me brinda al estar en Primera, el caso es que tenía que comprarme un coche para los traslados, echarle gasolina porque si no no andaba, un aifon o similar para la cuatro cuentas de tuiter que debía gestionar para los dos diarios digitales, la radio y la televisión regional que habían contratado mis servicios de comunity mánayer para su sección de deportes. Para ser exactos, no he sido contratado como tal, sino que yo me traslado por los campos de España y me pagan por partido jugado, árbitro atacado y no sé lo que me dan si el Córdoba gana.
Entre la gasolina, el móvil, el coche, los autónomos y de vez en cuando, la comida —he desarrollado un poder oriental de dominio de la mente que consiste en llegar al domingo con dos donuts y un café bebido y ese domingo almorzar en casa de mi madre— me sale el mes a menos 1500 euros, que es rebasar la media mensual del mileurista español joven y suficientemente preparado que, como todo el mundo sabe, antes de la crisis era de 800 euros y ahora es de 400. Tuve que vender la tablet que la Asociación de Jóvenes Emprendedores del Yo Siempre Me Lo Llevo que me otorgaron como premio al Mejor Proyecto Empresarial Joven de la Córdoba 4.1 cuando concurrí con una pequeña empresa de rabo de toro a domicilio que instalé con un cuñado capitalista.
Fracasó a los pocos meses porque cuando atendíamos el teléfono y decíamos aquello de «Telerrabo, dígame» eso ocurría a veces en horario infantil y nos pusieron una sanción como la del «Sálvame», pero sin poder llevar rabos a domicilio entre las 3 de la tarde y las 9 de la noche. A todo ésto la tablet que me obsequiaron para incentivarme empresarialmente estaba averiada y me costó 80 euros el arreglo, con lo que mi carrera fue breve. Se la he intentado devolver con una media ración de rabo al presidente de la asociación, pero estaba ocupado en un máster de subvenciones que siempre tocan incluso en época de recortes.
Así son los líderes. Aplicando los conocimientos de «modeling» que aprendí en un curso de coaching que me financiaron mis padres he decidido copiar a los que triunfan actualmente: tienen dos gastrobares, un mercadillo gourmet y son el futuro económico de esta ciudad. De momento me llaman esporádicamente de refuerzo, me pagan 5 euros la hora, me hacen un contrato de horas impares no divisibles entre sí mismas ni las demás y aprendo un montón de cómo triunfar en esta ola ascendente de recuperación que nos deparará un año estupendo con las estadísticas que se salen, las pernoctaciones a rebosar, el regreso de los préstamos pródigos y la amistad de los directores de banca. El futuro promete y mucho. Tengo 32 años y gano 100 euros al mes, pero esto ya pinta de otra manera. Feliz año nuevo.