CARTASAL DIRECTORVisita al cementerio
Nos decía Antonio Gala que los cementerios eran el envés de la ciudad. Hoy, en mis paseos matinales, he visitado el cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Veo cipreses a ambos lados, nichos y más nichos y, sentado en la plataforma de la cruz que queda en el centro de dicho lugar, me pongo a escribir cuanto veo y me sugiere este respetado espacio que ocupo, lleno de recuerdos, de gentes que dejaron de existir.
Sólo queda de ellas un nombre y algunas flores en su tumba. Lo que más me sobrecoge es el silencio que reina en este recinto, dormitorio y lugar de soledades. Un silencio hablador que nos invita a la reflexión de lo que fuimos y dejamos de ser; a esa separación de nuestro propio ser como humanos, desprovistos de todo y «desnudos como los hijos de la mar», porque todo se queda aquí en esta tierra de miserias, de luces y sombras. Sólo queda el creyente la maravilla de una luz eterna.
Observo, en mi recorrido, el abandono existente de algunos panteones, sucios, con mármoles rotos, sumidos en sus sombras y ofreciendo igual cara de la ciudad en muchos aspectos, abandonada y una libertad falseada, irrespetuosa y enturbiada por malas acciones.
Hemos de engrandecer todos los espacios, incluso los más ocultos y lejanos, de una belleza que es parte de nuestro existir y bienestar.