HORIZONTE
VUELTA AL HOGAR
Alternativa para que la Navidad deje de ser deprimente: tomar un tren de Renfe e indignarse
SABEMOS que la Navidad tiene un elemento de vuelta. Volver a tu casa, al hogar de tus mayores, a los tuyos. Probablemente por eso es bastante común que a quienes no les gusta la Navidad sean personas que no tienen a dónde o con quién volver. Propongo una alternativa para que la Navidad deje de ser depresiva para ellos: tomar un tren de Renfe e indignarse. Y no hablo de huelgas como la de ayer.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. 24 de diciembre de 2013. Un padre y sus tres hijos toman en Chamartín un Alvia a Santander. Han sacado una tarifa con mesa central y la mesa no existe. Están sentados dos y dos mirando en la misma dirección. Al llegar a destino acuden a reclamaciones y completan el correspondiente formulario reclamando que no han recibido lo que contrataron. Un año después, Renfe no ha contestado. «Atención al cliente» se llama la figura.
24 de diciembre de 2014. El mismo padre, que no aprende de sus errores, saca idénticas butacas con mesa para el Alvia de las 8.20 desde Chamartín. Al final solo viajan padre y dos hijos, pero los cuatro billetes ya están emitidos, así que tienen un asiento de más. Al llegar al andén ven con sorpresa que el tren, que en su billete se anuncia para las 8.20, en las pantallas que hay en la puerta de cada vagón se advierte que en realidad saldrá a las 8.30.
Tiene más emoción llegar a los sitios. Como ya parece ser una estafa habitual en Renfe, los asientos no tienen la mesa contratada. Pero quedan otros incentivos. Empiezan a llegar múltiples pasajeros con billetes para sus mismos asientos. Padre e hijos se parapetan en los suyos exhibiendo sus billetes como escudo. Al pasar un empleado del tren se le advierte del problema. Dice que él no puede hacer nada. «Eso al supervisor», que al parecer está ocupado con cosas más importantes.
Ante la incomodidad de la situación, la mirada del padre huye por la ventana, contemplando a los pasajeros que aguardan la salida del tren fumando un pitillo. Ya se sabe que hoy en día los trenes no tienen sirena ni jefes de estación que pasen por el andén cerrando las puertas. De repente estas se cierran sin más. Y a las 8.20, diez minutos antes de la hora que leen los ojos de los viciosos, el tren se pone en marcha. El padre observa atónito la carrera de una joven que está a punto de perder el tren y comprende que lo de la hora cambiada es una estrategia de la lucha contra el tabaco. La joven se tragó el pitillo.
Al arrancar el tren vuelve el empleado sin competencias para aclarar que el supervisor está en otros vagones porque hay muchos billetes duplicados. Mal de muchos y ustedes los últimos, que para eso viajan en clase preferente. A los diez minutos de trayecto –y media hora de haberse detectado el problema– aparece la autoridad competente. De las Fuerzas de Ferrocarriles, por supuesto. Distribuye a los viajeros por asientos que han quedado libres en el tren, entre ellos el del billete que han pagado y no han empleado el padre y sus hijos. Momento en el que el padre –un insensato, un verdadero provocador– le pregunta al supervisor cómo tiene que hacer para que le devuelva Renfe lo que ha pagado por el asiento que ocupa otra persona que, cabe suponer, también habrá pagado. ¡Acabáramos! El revisor espeta al padre de familia que él no tiene un asiento sino una tarifa que tampoco le da derecho a mesa –aunque figure en el billete– porque «esa tarifa sale más barata» y que si no usa un asiento y lo ocupa otra persona no hay nada que reclamar aunque se haya pagado por él.
Si le deprime la Navidad, viaje con Renfe. Sólo se indignará. No tendrá tiempo de sentirse decaído.