A la búsqueda del aval de los barones socialistas
Fiel a su estilo, no se postula como líder nacional pero trabaja para serlo
Susana Díaz se mueve como pez en el agua en las turbias corrientes internas del PSOE. Aprendió en el convulso PSOE de Sevilla, una escuela que ahora la ha catapultado hacia destinos más altos. Y sigue trabajando de la misma manera, por dentro, poco a poco y sin que se note.
Lo que ocurre es que Pedro Sánchez sí se ha enterado porque las agrupaciones con las que ahora se reúne no están en un local de un barrio periférico de Sevilla ni les transmite sus mensajes a través de un militante que habla en su nombre. En las últimas semanas, se ha dejado ver con toda la intención con barones relevantes del PSOE a nivel nacional. Primero fue Zaragoza, donde estuvo con Juan Alberto Belloch, y en la última semana, Toledo, donde ha ido a arropar expresamente a Emiliano García-Page como candidato a la Junta de Castilla La Mancha, un papel que debería corresponder al secretario federal.
El discurso oficial del PSOE andaluz es que las distintas federaciones reclaman su presencia y ella no puede menos que acudir. Pero en el círculo íntimo de Pedro Sánchez saben muy bien a qué se deben estos movimientos de la misma manera que tienen calculado que no se moverá de su discurso hasta que no pasen las elecciones municipales. Los militantes no le perdonarían que sus aspiraciones en Madrid mermaran los resultados de estos comicios.
La guerra es, pues, soterrada. Una batalla que es la que más interesa a Susana Díaz pero en la que Pedro Sánchez también gana combates: el día después del 9 de noviembre se fue a Cataluña y atrajo la atención mediática, un movimiento que se desconocía en Andalucía. Y ha pactado con Rajoy la ayuda a los parados de larga duración, un movimiento político que en el PSOE andaluz se ha interpretado como una traición a las políticas de empleo que se están realizando aquí y que van, precisamente, en otra dirección estratégica.