Rossi, Xavi y la camiseta del año

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ

La petición del italiano a su ídolo quedará como un símbolo del partido que dejó ver el lado más duro de Djukic

La colección de camisetas de Xavi Hernández debe de ser una de las más completas y exquisitas del mundo del fútbol. En cada partido, el capitán del Barcelona puede intercambiar su preciada zamarra con uno de esos rivales que, como si hubiesen saltado desde la grada, sienten que han cumplido un sueño cuando se encuentran frente a frente con su ídolo. Encima, los más afortunados calientan junto a él. Perdía ayer por 2-0 el Córdoba cuando Fausto Rossi se propuso ampliar el museo del «Mago de Tarrasa». Lo de siempre.

Logró su particular trofeo el centrocampista italiano. Aunque el encuentro terminó con un exagerado 5-0 que serviría para convertir la camiseta del «6» azulgrana en un símbolo blanquiverde: el de la «falta de huevos». En el ejemplo que, sin nombres de por medio, pondría Miroslav Djukic en la sala de prensa del Camp Nou.

Hay dos términos que, en Primera División, se confunden demasiado. Parecen antagónicos, pero a la vista está que se entrelazan en el Córdoba. No los distinguió Albert Ferrer (una semana después de su rajada, rodó su cabeza) y tampoco lo hizo ayer su sucesor, que volvió a pronunciar la palabra clave frente a los medios de comunicación: «huevos». La repitió hasta la saciedad. Dolido. «¡Pocos huevos!». Tenía muy claro el serbio lo que le faltó a su equipo en el Camp Nou. ¿Pero se le puede ganar al Barcelona por huevos? ¿Sirve la calidad? ¿Qué faltó en mayor medida?

Djukic no estaba para proporciones. Quizá se hubiese hecho preguntas similares si hubiese tenido tiempo de reposar los cinco goles antes de ofrecer su rueda de prensa. Pero, en caliente y con lágrimas de impotencia a punto de brotar de sus ojos, debían nublar su mente un sinfín de imágenes que le impedían abandonar su postura extrema: «En esta puta vida, o eres bueno o eres guerrero». Traducido: o te sobra la calidad o te sobran los huevos. Y, si las vacaciones no sirven para aplacar los ánimos del serbio, en su equipo dejaron ayer de tener cabida los primeros.

Muy pocos entrenadores temen por su puesto cuando dirigen a un equipo modesto y visitan al Barcelona. Jugadores, directiva y afición afrontaban la cita, por una vez, con sensaciones parecidas: un regalo antes de Navidad. Calma absoluta. Nadie estaba preparado ni tan siquiera para la lluvia, pero lo que se desencadenó en la sala de prensa fue una tormenta de proporciones bíblicas. Como si de un desastre natural se tratase, todos los elementos se conjugaron del peor modo para encender la alerta roja en las oficinas de El Arcángel durante las próximas fechas. Con el mercado invernal a punto de levantar su bandera, en Córdoba todo tiembla.

Los futbolistas se preguntan a sí mismos si tienen los «huevos» suficientes para seguir luchando por la permanencia. El entrenador idea una criba mientras teme haber cruzado una línea que ya le costó el puesto a Ferrer. ¿Hubiese sido todo igual después de un 3-0? ¿Eran los goles o la actitud? En un vestuario, hay palabras que actúan como un detonador. Y Djukic las pronunció ayer todas. Su relación con los jugadores ya no volverá a ser igual. Si tienen un efecto revulsivo, es posible que el Córdoba se salve gracias a «guerreros con el cuchillo entre los dientes». Si no es así, de Barcelona sólo quedará una triste anécdota: la de las camisetas azulgranas que simplificaron el 5-0 que, por calidad, esperaban todos.

Rossi, Xavi y la camiseta del año

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