Un retrato de época

Un retrato de época

El Tribunal de Cuentas de la UE, a toro pasado, ha reflejado la adicción por la infraestructura millonaria que aquejó a este país con sus críticas a la ampliación del aeropuerto de Córdoba

SIETE años exactos después de que el Ministerio de Fomento y el Ayuntamiento de Córdoba acordaran los términos de la ampliación del aeropuerto de Córdoba, el Tribunal de Cuentas de la Unión Europea ha evacuado un informe que pone como chupa de dómine a la decisión de gastar 80 millones de euros en un aeródromo que, frente a las previsiones iniciales, nunca ha tenido vuelos. A ojos de un funcionario europeo, debe de ser verdaderamente chiripitifláutico que, tras gastarse una millonada, el uso de las instalaciones no hayan ido a más sino todo lo contrario —en torno a un 30 por ciento en aparatos de servicio público y avionetas privadas—. El documento no ahorra críticas para una inversión que califica de «innecesaria» ya que la ciudad de Córdoba cuenta con comunicaciones ferroviarias potentes y la cercanía a aeropuertos con capacidad suficiente como para prestar un servicio razonable.

El auditor de la Unión Europea se queja de de que una cantidad enorme de dinero de los españoles, parte del cual es de todos los europeos, se fue a una obra que no necesitaba, que era inútil y que se ha convertido en una inutilidad. Además, acusa a las autoridades españolas de haber actuado sin la más mínima planificación —en eso se equivoca, había planes pero estaban erróneos— y en haber emprendido proyectos que ahora, en el mejor de los casos, están en desuso. Se ha resaltado poco pero uno de los aeropuertos que se llevan un buen soplamocos en el informe europeo es Barajas, cuyo desarrollo —el llamado «gran Barajas»— consumió 6.200 millones de dinero público.

Ante críticas como estas solo cabe agachar la cabeza y asentir. Y señalar que los «yo ya lo dije» son oportunistas, salvo casos concretos como el de Ecologistas en Acción, entidad que realizó alegaciones en 2008 en el sentido de lo que la realidad ha confirmado como bien recordará el profesor de Física de la Universidad de Córdoba Gerardo Pedrós. España entera sufrió un ataque agudo de adicción a las infraestructuras —tal y como fuimos yonquis de la propiedad inmobiliaria— que han dejado huellas como la adquisición de un millón de metros cuadrados de suelo y viviendas a precios de mercado para la ampliación de un aeródromo con nulos visos de prosperar.

El alcalde, José Antonio Nieto, ha comparado el fracaso del aeropuerto de Córdoba con el de Castellón (220 millones invertidos y pérdidas de hasta 7,5 millones anuales) y ha asegurado que su partido siempre quiso un aeródromo privado. De los cuatro aeropuertos ajenos a AENA que se ejecutaron antes de la crisis, todos tienen una participación pública directa o indirecta. Castellón es propiedad de una empresa autonómica, Lérida lo es de la Generalitat, el de Murcia es una concesión y Ciudad Real (1.000 millones de euros de coste) solo se pudo ejecutar porque estaba la política detrás vía la caja de ahorros local, que quebró. La realidad es que este tipo de infraestructuras nunca se acometen en exclusiva por la empresa privada sin el respaldo del erario. IU y PSOE, por su parte, aseguran que el problema es que no hay vuelos y que hay que traerlos. No han aclarado si hay que ponerle una pistola en la sien a las compañías aéreas hasta que decidan conectar Córdoba y Lanzarote los lunes y los viernes, pongamos por caso.

No, el caso del aeropuerto local es el retrato de una época, pretérita, en la que confundimos colectivamente las témporas y el culo. Una etapa en la que el dinero público y privado dejó de tener el valor razonable y se cometieron actos temearios de gasto público. Donde se programaron actuaciones sobredimensionadas, innecesarias o de nula rentabilidad económica y social, y con una disciplina contable más que problemática.

Esta semana, se ha conocido que los metros de Sevilla y Málaga tendrán un sobrecoste del 70 por ciento. Y al calorcillo de las elecciones vuelven las licitaciones millonarias, bien es verdad que podadas con respecto a otras etapas de abundancia. Que Dios nos coja confesados. Aquella época de la locuras y disparates vuelve a hacer acto de presencia.

Socorro.

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