PRETÉRITO IMPERFECTO

EPÍLOGO DE «MAQUETÓPOLIS»

Uno de esos señores de negro de la UE ha dicho que a Córdoba no le hace falta aeropuerto. Siempre imaginamos lo contrario

FRANCISCO J. y POYATO

EL episodio de la «avioneta fantasma» que media Córdoba escuchaba de madrugada mientras la otra media miraba al plomizo y oscuro cielo era el esperpento en su fase cóncava. El subconsciente no traiciona, y el afán por escuchar aviones sobre nuestras cabezas impulsó una singular historieta con final surrealista. El informe que el Tribunal de Cuentas Europeo ha hecho público sobre el aeródromo cordobés, es la panza convexa y exagerada de una ciudad que nunca existió más que en el imaginario febril político y en el paisaje virtual al que los medios contribuimos de manera cínica e ingenua, imbuidos de un hueco optimismo en aquella fiesta en la que todo parecía sólido. Nunca aprendemos. Hasta la naturaleza, sabia y contundente, aportó su cara más descarnada con aquellas inundaciones y crecidas del río Guadalquivir que, mala gestión de los reguladores de cuenca aparte, nos dieron la dimensión más grotesca del campo de vuelos, más cercano a los hidroaviones que a uno de esos aparatos que rompen las articulaciones de sus pasajeros de tanto estrujarlas para dar mayor cabida a la rentabilidad de la compañía. «Insostenible, injustificado, irreal...», son algunos de los epítetos que el órgano fiscalizador de Bruselas ha dedicado esta semana al que pudiéramos llamar epílogo de Maquetópolis. La Córdoba que nunca existió por mucho que se empeñaron en contarla y fabricarla artificiosamente. De aquel estado mental vienen estos lodos. Por aquel entonces hubo quien planteó hasta un aeropuerto nuevo como punta de lanza para el desarrollismo de Córdoba en su enésima percha económica para romper la dinámica ordinaria. Hoy es alcalde. Todos le aplaudimos entonces.

Íbamos a tener el mejor palacio de congresos del orbe, convertido en hito arquitectónico del divismo. Que también iba a ser la mayor ruina. Íbamos a organizar ferias comerciales en un recinto repleto de vanguardismo y con un AVE pasando cada media hora. Nos íbamos a sumergir en la sensualidad voluptuosa de las cúpulas de Toyo Ito, o en las alturas interminables de la Torre Noreña, el símbolo del régimen juntero. Íbamos a saciar nuestra felicidad consumista en grandes superficies comerciales por los cuatro puntos cardinales. Puentes, hospitales, fábricas de arte, grandes empresas tecnológicas, circunvalaciones, estadios... En Maquetópolis no podía faltar un aeropuerto moderno con chalés en primera línea de pista a precio de mercado para dar la bienvenida a los vuelos chárter a pie de escalinata con un jugoso perol. La crisis tuvo el pecado de cebar esta fantasía, pero también la virtud de que tal festín y fastuosidad irresponsable no pasara del papel. Solo se colaron dos desatinos: el Centro de Creación Contemporánea de Miraflores (27 millones) y la ampliación de la pista del aeropuerto (75 millones). Ambos son el prólogo y epílogo de una tragicomedia a ratos vodevil.

El informe europeo deja en evidencia cómo se han proyectado infraestructuras en este país, cómo se ha gestionado el dinero y cómo la componenda política ha sabido saciar sus favores a costa del erario público y con nulo interés público. Un señor de negro, de esos que iban a venir a rescatarnos, ha tenido que recordarnos que a Córdoba no le hacía falta un aeropuerto. Siempre pensamos lo contrario. A todos los partidos le valió la música y el baile como diatriba. Solo algunos parcelistas sacaron tajada (suele ser habitual). Durante más de una década, los planes circularon norte-sur y este-oeste. Las proyecciones sobre el aeródromo, que existen, se realizaron y pactaron por el PSOE de Zapatero y la IU de Rosa Aguilar. Puede que llegáramos demasiado tarde, aunque con cierta perspectiva, mejor así.

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