POR EL BIEN DE LOS CUBANOS, NO DE LOS CASTRO
Solo si este proceso de apertura aumenta el bienestar general de los cubanos cabrá albergar la esperanza de un cambio político efectivo. La ilusión por que llegue la libertad para un pueblo oprimido no puede verse defraudada
EL anuncio de la reanudación de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos generó una amplia expectación, que oscila aún entre la esperanza y el escepticismo. ABC desentraña hoy, en su Primer Plano, todas las claves y los pasos que se siguieron en La Habana, Washington y el Vaticano, para el deshielo anunciado. Las bases del acuerdo, tal y como ha sido anunciado, no contienen ningún compromiso de evolución política en la isla hacia un régimen democrático de libertades y derechos. Por el momento, se trata de un acuerdo con efectos meramente diplomáticos y de intercambio económico.
En absoluto es desdeñable la apertura de la isla a mayores posibilidades de comunicación de los exiliados con sus familias de origen, pero todo escepticismo es poco desde el momento en que el Partido Comunista Cubano, con los hermanos Castro a la cabeza, es el que va a protagonizar esta nueva etapa. Más que el fruto de una reflexión sobre la necesidad de dar mayores cotas de libertad a los cubanos, el paso dado por la casta comunista de La Habana se parece al abrazo que un boxeador noqueado da a su contrario, necesitado de agarrarse a lo que sea antes de sufrir un colapso. La quiebra venezolana y la imposibilidad de revender a buen precio el crudo que les regala Caracas han acelerado sus ganas de acuerdo. El buenismo natural de Barack Obama será inútil ante una dictadura comunista si no va acompañado de un plan que condicione cada gesto de aproximación a un mayor avance en las libertades y derechos. Solo si este proceso de apertura aumenta el bienestar general de los cubanos cabrá albergar la esperanza de un cambio político efectivo. Pero, si todo se trata de una adaptación táctica del régimen comunista para sobrevivir a su ruina, el progreso económico de Cuba puede acabar convertido en un trasunto del régimen chino: capitalismo en lo económico, comunismo en lo político. Es decir, una dictadura bien financiada.
La ilusión de los cubanos por la libertad no puede verse defraudada. La Unión Europea y España, en particular, deben seguir exigiendo democracia en la isla. Los disidentes, expulsados de su país, perseguidos y encarcelados en su interior, no deben ser ahora unos invitados molestos, sino la voz de una conciencia que recuerde que el Gobierno de Cuba sigue representando una dictadura comunista. Obama no ha limpiado de la noche a la mañana la historia de un régimen opresor, que apoyó el terrorismo, que financió guerras civiles ajenas y participó en ellas, y que tiene una gran parte de su población en el exilio. Bienvenido sea, sin más entusiasmo, este giro histórico en las relaciones entre La Habana y Washington, pero sin bajar el nivel de exigencias a un régimen comunista que buscará perpetuarse con los dólares de quien hasta ayer era su enemigo mortal.