A grandes males, grandes remedios

GABRIEL MUÑOZ CASCOS

Ya estamos hartos de oír, por activa y por pasiva, que la corrupción es moneda corriente en España. Con esta afirmación está casi todo el mundo de acuerdo. Lo expresaba la secretaria general del Partido Popular. La señora Cospedal señalaba que la corrupción no es patrimonio de nadie en particular y que, de igual manera, la hay en los partidos políticos y en el resto de la sociedad. También manifestaba, y yo estoy de acuerdo, que las conductas irregulares son las menos, pero abarcan a todos los ámbitos de la sociedad.

Partiendo de estas premisas, creo que ha llegado el momento de ponerse a trabajar para erradicar todas esas lacras que nos tienen en vilo a todos los españoles. Está bien que el Gobierno ponga en marcha una campaña —ya es hora— para ilustrar a todos sobre economía y demás cuestiones de interés que nos afectan a todos, incluida la corrupción, pero lo más urgente es poner en práctica las medidas que conduzcan a erradicar esos problemas.

No creo que sea nada difícil poner en marcha la «maquinaria represora de los delitos» que, respetando los derechos de los ciudadanos, consiga los resultados apetecidos.

Por poner un ejemplo: si estuviera en mis manos suprimiría, desde ya, las tarjetas personales para realizar gastos de cualquier naturaleza los cargos públicos. Se podría copiar lo que hacen muchas empresas privadas con bastante éxito. El servidor público que tenga que desplazarse y/o satisfacer una serie de gastos por cuenta del órgano correspondiente solicitará de su intervención un anticipo para no tener que disponer de su propio dinero. Realizado el desplazamiento o el gasto correspondiente, solo tendrá que despachar con el interventor y formular la pertinente liquidación. Asunto concluido.

Sobre la corrupción de los particulares —personas físicas o jurídicas— por evasión de impuestos o comisión de otros delitos contra el Estado, dótense unos funcionarios inspectores específicos y también unos juzgados especiales con el número de servidores necesario para agilizar los procedimientos. El lema: «Con la diligencia llegará la eficacia».

A grandes males, grandes remedios

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