Veinte razones para dos décadas de Patrimonio de la Humanidad

La agencia de la ONU protegió el centro monumental de la ciudad tal día como hoy de 1994. ABC propone tantos motivos como tiene el aniversario para merecerlo

Veinte razones para dos décadas de Patrimonio de la Humanidad

R. AGUILAR

AL principio fue el agua. El párrafo inicial del texto con el que la Unesco justifica la concesión del título de Patrimonio de la Humanidad dice que la relación de Córdoba con el río que la cruza contribuye de un modo decisivo a que el conjunto histórico de la ciudad haya alcanzado un «extraordinario valor». El entorno del Guadalquivir, que marca la frontera sur del casco histórico que ahora cumple dos décadas con su sello de singularidad internacional, es de seguro el enclave que ha experimentado una transformación más evidente en estos veinte años: como el resto de la zona monumental, acaba de pasar la reválida del organismo asociado a Naciones Unidas que, justo hoy hace dos decenios, le otorgó su marchamo de distinción mundial.

El Guadalquivir

Si hoy es una frontera, hasta hace nada era un muro. Líquido, de acuerdo, pero un muro. La lámina de agua que unas veces amacene de un azul pardo y otras de un verde espeso hace las veces del espejo en el que se mira lo mejor que la ciudad tiene que ofrecer al vecino o al forastero. Entre los turbiones que se hacen fuertes desde los sillares del Puente Romano y a la península de Miraflores se reflejan cada caída de la tarde los perfiles de la antigua Mezquita, hoy Catedral. La vista desde la cabecera del paso fluvial más antiguo de la capital que da a fortaleza de la Calahorra es, quizás, el primer motivo por el que cualquiera concluye que Córdoba merece el título de Patrimonio de al Humanidad.

Puente Romano

Una decidida, costosa y dilatada intervención de la Junta de Andalucía ha cambiado la faz al punto de acceso al núcleo monumental por su zona meridional por más que en su día fuera más que polémica por los materiales que usó el arquitecto que la concibió. El resumen es que el paseante puede comenzar a andar en el extremo del Puente Romano más cercano a la plaza de Santa Teresa y llegar hasta cualquiera de las puertas del Patio de los Naranjos sin toparse con un solo escalón. En Córdoba hay otros puentes, todos más modernos y algunos más vistosos, más atrevidos. Ninguno alcanza la perfección cívica del Romano, peatonal desde hace casi una década y media y cuya historia está tan imbricada en la vida de los cordobeses que son legión los vecinos que aún lo recuerdan como el tramo urbano de la carretera nacional Madrid-Cádiz. Hoy no pasa ni un ciclomotor.

Puerta del Puente

La remodelación integral del entorno del Puente Romano llevó consigo el remozamiento de la Puerta del Puente, construida por Hernán Ruiz III y que alude en una inscripción a la visita del monarca Felipe II a la ciudad en el año 1570. La obra eliminó las escalinatas inferiores y el foso, por lo que el paseante puede caminar bajo ella sin ningún obstáculo: la última media maratón de Córdoba tuvo por meta el monumento. La vista desde la azotea es imponente y está al alcance de cualquiera que se atreva con las alturas.

Mezquita-Catedral

La antigua mezquita omeya —30 años con el sello Unesco— es la carta de presentación de la ciudad, su principal activo turístico y patrimonial, el lugar al que todo recién llegado se afana en dirigirse y del que no quiere que llegue el momento de irse. El 775 aniversario de la consagración cristiana, que se está cumpliendo en 2014, ha supuesto una oportunidad para la Iglesia, que lo custodia y gestiona desde que Fernando III reconquistase la plaza, de subrayar la singularidad arquitectónica del templo así como el trabajo continuado del Cabildo en pro de la conservación del monumento. El mensaje de la institución eclesiástica no cae en saco roto: prueba de ello es que las posiciones extremistas que reclaman la titularidad pública del inmueble no hacen sino enervarse —aún más— cada vez que la Iglesia encuentra algún motivo del que felicitarse. Que no faltan.

Judería

Quizás la belleza de la médula del casco histórico de Córdoba, localizado en el antiguo barrio judío que circunda la Catedral, resida en la transición pausada y sutil entre en el centro comercial y las calles de edificios bajos de cal y empedrado que, bien que mal, guardan memoria del tiempo en el que Córdoba conoció cierto grado de convivencia entre los fieles de las tres religiones del Libro. La ciudad de las tres culturas ha acabado calando por más que se trate de una ensoñación falaz, pero lo cierto es que el legado de la Córdoba medieval resiste con vigor gracias a las concesiones a la idealización de la Historia en el espacio que delimitan Flemming, el Gualdalquivir y Blanco Belmonte.

Sinagoga

Relegada a un segundo plano debido a la apabullante preeminencia de la antigua mezquita, la Sinagoga de Córdoba gana terreno en el mapa del turismo patrimonial de Córdoba gracias a la celebración, este año, del 700 aniversario de su construcción. Con 207.550 visitas en el último ejercicio, el recinto hebreo es ya el segundo monumento más concurrido de los que gestiona la Junta de Andalucía en todo el territorio de la comunidad autónoma, solo por detrás de la Alhambra de Granada. Un ambicioso programa de actividades culturales insufla recursos hasta finales de 2015 para la conmemoración de la efemérides de un edificio que es uno de los tres de sus características que sigue abierto en España.

Templo Romano

Es el exponente de «la cuarta cultura», la que ha quedado en gran parte oculta por la irradiación de la cristiana, judía e islámica. Que emerja es un empeño personal de quienes dirigen el Ayuntamiento desde las últimas elecciones municipales. A punto de cumplirse un año desde su reapertura, el monumento roza las 80.000 visitas y se asienta como punto de acceso a la Axerquía Norte. Pero la fiesta no ha hecho más que empezar: en 2015 verá la luz a sus pies un centro de interpretación de la Córdoba romana y hay sobre la mesa un proyecto urbanístico de alcance para que la calle Capitulares, donde se asentaba la plaza sobre la que se eleva el templo, quede vedada al tráfico ajeno a lo necesario.

Alcázar

Antiguo edificio palaciego y sede de la Inquisición, el Alcázar de los Reyes Cristianos se ha consolidado como uno de los monumentos más visitados de la ciudad y está a punto de iniciar una nueva etapa, pues en los primeros meses del próximo año comenzarán las obras que permitirán abrir al público muchas zonas que hoy no se pueden visitar. El Ayuntamiento, que es su titular, ha tramitado ya la contratación de la primera fase de las actuaciones en el complejo, de forma que en la primavera de 2015 ya podría estar en obras. Se trata de la reforma más ambiciosa que se hace en el conjunto desde los trabajos que se hicieron en tiempos del alcalde Antonio Cruz Conde, cuando, en 1955, el edificio dejó de tener usos militares y pasó a manos del Ayuntamiento de la capital.

Caballerizas

Federico García Lorca dejó escrito que Caballerizas Reales era «la Catedral de los caballos». No era una concesión al lirismo: es una realidad. Felipe II ordenó la construcción de este edificio en el año 1570 con la intención de crear una nueva raza equina: el Pura Raza Español. Diego López de Haro fue el hombre elegido para una tarea que perdura: acoge cada año Cabalcor y, durante toda la temporada, un espectáculo ecuestre.

Museo Arqueológico

La plaza de Jerónimo Páez, a un paseo corto de la Mezquita-Catedral y en el camino del centro comercial, alberga una de las joyas de la Corona del casco histórico: el Museo Arqueológico, que cuenta con más de 33.000 piezas procedentes de las principales culturas que han tenido peso en Córdoba. Abierto en 1868, la institución tiene su sede en el Palacio de los Páez de Castillejo y en 2011 estrenó su renovación más ambiciosa con un nuevo recinto anexo al inmueble principal. Pendiente queda la rehabilitación de la casa histórica y la integración del yacimiento arqueológico del patio norte.

Museo Taurino

Las instalaciones, cerradas en 2005, se reabrieron en marzo de 2014 después de una reforma de alcance, la más importante desde que se inauguró a mediados de la década de los años 80 del pasado siglo. En esta nueva etapa, el recinto incorpora fondos y joyas de la historia del toreo, cuadros y esculturas de coleccionistas privados y que formaban parte de la colección del museo. Además, integra un espacio dedicado a los valores ecológicos, económicos y culturales relacionados con la lidia. En una sala, los visitantes pueden contemplar una recreación virtual de una corrida de toros.

Patios

Una de las principales señas de identidad de la ciudad no falta en el casco histórico. De los Patios, con mayúscula porque la Unesco los ha reconocido también como Patrimonio de la Humanidad pero en este caso por su valor intangible, hay ejemplos más que insignes en la médula de la zona monumental. En la calle Encarnación, por citar el espacio descubierto de una casa particular. O en el Palacio Episcopal, residencia del obispo, que supone un buen exponente de las estancias al aire libre de corte señorial.

Averroes y Maimónides

Exponentes distinguidos de las culturas islámica y judía, ambos están inmortalizados en sendas estatuas del casco histórico protegido por la Unesco. Averroes sienta plaza en el Campo Santo de los Mártires, a un paso de los Baños Califales. Desde allí extiende su legado como filósofo y médico y especialista en las leyes islámicas, en la astronomía y en las matemáticas. Por su parte, Maimónides se encuentra su sitio en la calle Judíos. Junto a su estatua suele haber alguien con guitarra y canto: es una música para el médico, rabino y teólogo de referencia en al-Ándalus de la Edad Media.

Triunfos como vigías

Por toda la ciudad hay más de diez estatuas de San Rafael en alto, que rinden tributo al Custodio de Córdoba desde hace más de cuatro siglos, cuando se apareció al padre Andrés de las Roelas para darle una noticia: él iba a ser quien salvaría a Córdoba de los estragos de una epidemia. Una de las más elegantes se encuentra junto a la Catedral y en un recinto enrejado.

Cultura gastronómica

Córdoba no se entiende sin el sentido del gusto. Si huele bien y es vistosa a los ojos, si el tacto al lienzo de su muralla da la pista de épocas de más esplendor, la ciudad sabe aún mejor. Maestros los hay de primera línea. Templos gastronómicos también. Sin que nadie se sienta excluido más que por una mera cuestión de limitación de espacio es preciso citar a El Caballo Rojo, El Churrasco o Casa Pepe, amén de los pinchos de tortilla de Santos, que linda con la antigua mezquita. Un placer al alcance de todos los bolsillos.

Séneca

Se trata de la referencia preeminente de la Córdoba romana. Inmortalizado en una estatua desde 1965 junto a la Puerta de Almodóvar de 1965 —autoría de Amadeo Ruiz Olmos y financiada por Manuel Benítez «El Cordobés»—, Séneca nació en Córdoba en el siglo IV antes de Cristo pero pronto emigró a Roma, donde llegó a ser miembro del Senado de la época de Claudio. Fue nombrado preceptor de Nerón, que acabó acusándolo de conspiración. Se suicidó antes de que lo ejecutaran.

Naturaleza

La Unesco reseña en su presentación de Córdoba como ciudad patrimonial que una de las singularidades de la capital es que la interrelación con el entorno natural es destacable. No, no solo se trata del río. También de la sierra, cercana al caserío de la médula urbana porque parece al alcance de la mano, no sólo de la vista, si el día está claro y limpio.

Conventos

La Reconquista significó la implantación o el regreso de las principales órdenes religiosas en Córdoba. Muchas de ellas siguen activas en edificios con un alto valor patrimonial. El Ayuntamiento y el Cabildo han puesto en marcha la ruta «Córdoba, ciudad conventual», que recorre treinta y cinco enclaves tanto de conventos consagrados. La muestra, que cierra en enero, espera llegar a los 300.000 visitantes.

Cofradías

La mayor parte de las hermandades penitenciales de la ciudad tienen por sede a templos situados en el centro histórico de la capital. Quizás los enclaves más señeros sean la plaza de Capuchinos, presidida por el Cristo de los Faroles, y desde la que salen en cortejo la Virgen de la Paz y la Virgen de los Dolores; y San Pablo, la casa de Las Angustias, autoría de Juan de Mesa.

El silencio

Tal vez no venga en los manuales turísticos ni en ningún documento emitido por la Unesco, mas no hay visitante que no acabe seducido por la quietud de las calles que van a dar a la Mezquita-Catedral, por ejemplo, cuando la noche está bien entrada y no hay quien escuche más que el soniquete de alguna fuente. Ese silencio es también Patrimonio de la Humanidad.

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