CARA Y CRUZ DE LA CAÍDA DEL CRUDO
EL desplome que ha registrado el precio del petróleo desde el pasado verano, próximo al 50 por ciento, beneficia, sin duda, al conjunto de la economía mundial y, muy especialmente, a los países con mayor dependencia energética, entre los que se encuentra España. Sin embargo, no todo son ventajas, ya que la brusca depreciación del oro negro, cuyo precio baja ya de los sesenta dólares por barril, también genera nocivos efectos secundarios a tener en cuenta. El problema de fondo consiste en que algunos de los principales países productores –como es el caso de Rusia, Venezuela, Irán o Nigeria– atravesarán graves problemas económicos, fiscales y financieros como consecuencia de los menores ingresos derivados de la exportación de crudo, llegando incluso a poner en riesgo el pago de sus respectivas deudas.
Además, esta compleja situación económica podría agravar las tensiones geopolíticas que mantienen las grandes potencias. Esta nueva fuente de inestabilidad se traduce, como es lógico, en la elevada volatilidad bursátil observada en los últimos días. Rusia y Venezuela son, por el momento, los países más afectados. La Bolsa de Moscú se despeñó ayer más de un 10% adicional y su moneda, el rublo, bajó otro 5% ante el creciente riesgo de impago, a pesar de que su banco central disparó los tipos de interés hasta el 17% en un vano intento por frenar la sangría que sufre su divisa. Venezuela, por su parte, se enfrenta a la bancarrota en caso de no adoptar medidas drásticas para contener su insostenible déficit público, en medio de una profunda crisis económica que, unida a la hiperinflación y el desabastecimiento, amenazan con agudizar la creciente inestabilidad política y social que sufre el país. La caída del petróleo tiene también su cruz.
