A ESTA ALTURA
CAMBIO DE FORMATO
A quien pregunta «¿qué haces aquí?», contesto: «montar a caballo»
Como siga así, reviento. Entre los cócteles navideños obligados, las cenas navideñas obligadas, las comidas navideñas obligadas, me estoy transformando en una especie de foca navideña asegurada. La gente me ve y se cree que miento. Pero la ropa engaña y esconder las lorzas bajo prendas largas y anchas está tirado. Porque antes muerta que ir como esas osadas que van con la ropa tan apretada que se funde en su piel ,y en cuanto se descuidan, se les escapa un rollete inferior por los costados que se muestra descarado, lozano, saludable. Al desnudo. Yo incapaz.
Lo que hago es desabrocharme el botón del pantalón para no herir al que se encuentre a mi lado en cualquiera de estos eventos que tanto me gustan. Aunque pensándolo bien, sería el arma perfecta para quitarte de encima a esos pesados que nunca sabes cómo. Abrochas el botón y en mitad de esa conversación absolutamente insustancial en la que ya no sabéis que decir, hundes tripa con gran esfuerzo, la hinchas sin esfuerzo alguno, y el botón sale despedido para dar al contrario. Sin dañarle, por supuesto. La excusa perfecta para largarte.
Porque realmente el momento cóctel puede ser harto incómodo. Hay una pregunta que a mi «Él», y como consecuencia a mi (somos dos en uno) nos impacienta en extremo. «¿Qué tal? ¿Que es de tu vida?» Mi «Él» siempre me dice. «¿Qué le contesto? ¿Le cuento mi vida desde hace veinte años –el tiempo que llevo sin verle–, le digo lo que he hecho hoy o simplemente le contesto “bien, gracias”». Obvia decir que siempre se inclina por la tercera. Es súper educado. Y parco en palabras. Como todos, ¿eh? Como TO-DOS.
Además, lo entiendo. Hay que preguntar con sensatez. O directamente no preguntar. Porque, ¿a quién le importa si yo ceno en Nochebuena con mi familia o con la de «Él»? ¿Y a mí qué me importa dónde cenen los demás? Pero es una pregunta muy socorrida en esta época, a la que yo también recurro. Cuestión de cóctel. Como la de la persona que, asombrada, te interpela: «Pero bueno, ¿tú que haces aquí?». A lo que yo ya he aprendido a responder: «Montar a caballo». Tres palabras que ya he memorizado para cada vez que me pregunten lo mismo. Como el año pasado. Cuando me la hicieron en una pista de esquí. Hay gente que se sale.