LA FERIA DE LAS VANIDADES
LAS PALABRAS DEL POETA
El aniversario de Vicente Aleixandre ha pasado sin la pena ni la gloria que deberían provocar los grandes artistas en este país que desprecia cuanto ignora
«DESPUÉS de las palabras muertas, / de las aún no pronunciadas o dichas, / ¿qué esperas? Unas hojas volantes, / más papeles dispersos. ¿Quién sabe? Unas palabras / deshechas, como el eco o la luz que muere allá en gran noche». Hoy se cumplen treinta años y un día, como si la muerte pudiera trocearse en cadenas perpetuas que se suceden hasta el abismo sin pretiles de la eternidad. Treinta años sin la voz cálida, sin la poesía cósmica y total de Vicente Aleixandre. Treinta años de aquella noche en la que un joven aprendiz de poeta se quedó dormido junto a un viejo transistor mientras una voz recordaba, en la radio, los versos del hombre que acababa de morir.
«Morir es olvidar unas palabras dichas / en momentos de delicia o de ira, / de éxtasis o de abandono...» El poeta muere del todo cuando nadie recuerda las palabras que nacieron de su enfrentamiento con la muerte. Al final ésa es la clave que sostiene la creación artística. El artista no se resigna a la destrucción que arrasa con el amor, al hueco que se traga la vida como si el desenlace fuera un agujero negro que todo lo devora. El artista quiere ser inmortal, y por eso se arroja al vacío de su obra, como si ésta pudiera salvarlo del humo, del polvo, de la sombra, de la nada.
Vicente Aleixandre fue su obra. Recluido por una enfermedad que lo apartó del mundo cuando aún no había cumplido los treinta años, el abogado se convirtió en lector voraz, y el lector fue dejando que la poesía le marcara los tiempos de su existencia y el ritmo de sus versículos. Su aniversario ha pasado sin la pena ni la gloria que deberían provocar los grandes artistas en este país que desprecia cuanto ignora. Un Nobel envuelto en el silencio que la vieja y la nueva España prodiga a sus mejores hijos. Caricatos y cantamañanas, frikis sin educación y chillones de guardia se disputan el ágora virtual de las televisiones y de las redes sociales mientras un poeta total y cósmico como Aleixandre permanece oculto en el silencio de los anaqueles. Así nos va.
«Las palabras del poeta». El título del primer poema de sus «Poemas de la consumación». La metafísica hecha carne. Los grandes misterios que siguen asombrándonos desde Homero están ahí. Pero la masa no los lee. Ni siquiera los desprecia. Pura ignorancia hueca. Han pasado treinta años y la poesía ha salido de la enseñanza por la puerta trasera. La Literatura con mayúscula brilla por su ausencia en los planes de estudio. Los jóvenes no buscan las claves del amor que convierten sus labios en espadas. El mismo amor que aquel joven sentía en la delicada mano silente de quien sigue sentada a su lado mientras la lluvia cae sobre el vasto dominio de la gran noche. ¿Ha fracasado Aleixandre? No. Rotundamente no. Quien ha fracasado es la España que no se acuerda de sus poetas, aunque todo no está perdido. Y el autor de «Pasión de la tierra» lo sabe. Treinta años después lo ha comprobado. Le basta con la minoría que sigue agradeciéndole esos versos que leímos cuando éramos jóvenes y necesitábamos la voz que nos ayudara a interpretar el mundo. «Las palabras del poeta» no han muerto. «Alguna vez, acaso, resonarán, ¿quién sabe?, / en unos pocos corazones fraternos».