Carbón para los mayores
Es lo que pienso pedir a los Reyes Magos. Los pequeños, claro está, son inocentes y no tienen culpa alguna de la mangancia española, en la que casi siempre está involucrada la clase política («casta» para los que acaban de llegar con actitudes sospechosas, a los que ya se les está investigando). ¡Lagarto, lagarto! Por lo que se ve, nuestro territorio está invadido por este tipo de gente. De arriba a abajo, y de derecha a izquierda. Raro es el día que no nos llega, a través de los medios de comunicación, un nuevo caso de corrupción. Yo, particularmente, estoy hastiado, cansado, de leer u oír, un día sí y otro también, la palabra «corrupto». Es como una plaga dañina, capaz de birlar lo que se le ponga por delante. Como puede deducirse, mi estado de ánimo es deplorable. A lo escrito hasta aquí, hay que agregar las decisiones que toman algunos jueces, concediendo la excarcelación a un individuo que fue capaz, entre otras cosas, de hacer saltar por los aires las vidas de veintiún inocentes (cuatro de ellos niños) a través de un coche bomba cargado con treinta kilos de amonal, colocado en el parking de un Hipercor de Barcelona, activado con un detonador a distancia. Este asesino se encuentra en la calle y vive a quinientos metros de una de las víctimas supervivientes. ¡Increíble, pero cierto! Majestades: como ya he dicho, no pueden olvidarse del carbón, mucho carbón, para todos aquellos que han hecho las cosas mal, terriblemente (nunca mejor dicho) mal, aunque me temo que para su transporte necesitarán una manada de camellos.