UNA RAYA EN EL AGUA
LA BUENA NUEVA
Dijo Rajoy a sus ministros: id y predicad la buena nueva. Cread un marco mental favorable: la crisis ha terminado
EL presidente ha escuchado las críticas. A Rajoy le dijeron por activa y por pasiva, dentro y fuera del partido, que su obsesiva concentración en la economía le ha provocado un claro déficit de gestión política. Que el Gobierno no comunicaba con la sociedad. Que estaba demasiado replegado. Que debía conectar con la calle. Así que tras los varapalos de las encuestas decidió hacer caso de las súplicas de los suyos, asustados ante la expectativa de perder las elecciones, y salir ante la opinión pública a recuperar pulso político. Dicho y hecho: lleva dos semanas vendiendo... la recuperación económica.
No le sale otra cosa de dentro, o quizá piense que ya no tiene tiempo. Está convencido de que el desencanto popular, la ira antipolítica, incluso la alarma por la corrupción, obedecen a los estragos de la crisis y por tanto amainarán con el crecimiento. Desde el primer minuto de la legislatura se ha consagrado a la estabilización de la economía. La única política que contempla es la económica; no cree en otro objetivo ni en otro argumento. Y cuando ve los datos de caída de sus expectativas de voto y los compara con las estadísticas positivas de consumo, productividad y empleo concluye que el problema consiste en que el Gabinete no está vendiendo bien la recuperación que ha propiciado. Así que se ha aplicado a divulgarla y ha ordenado a sus ministros movilizarse en consecuencia. Salid a los medios, a las tribunas, a las televisiones. Id y predicad la buena nueva, cread un marco mental favorable: España va bien. O al menos va mejor.
Sucede que en asuntos de bolsillo el optimismo no funciona a base de mantras. La gente no va a admitir que tiene más dinero y más trabajo sólo porque lo oigan en la tele. La recuperación, visible en los parámetros macro, no fluye aún con el caudal necesario en la economía cotidiana. Mejoran las rentas estables, las que sólo sufrieron recortes y devaluación durante los años de ajuste, pero siguen en quiebra las capas sociales que se descolgaron en la etapa más destructiva de la recesión. Por eso no miente el Gobierno cuando asegura que ha vuelto el crecimiento ni miente la oposición cuando responde que no se nota.
El desgaste del PP tiene dos causas y ambas son políticas. Una, que sus sectores naturales de apoyo, las clases medias, se sienten empobrecidas y muy dolidas por haber soportado el grueso del coste de la crisis. Y dos, que la devastación socioeconómica ha provocado un colapso institucional agravado por una plaga de deshonestidad pública que abre insoportables agravios comparativos. El resultado es que la economía ha dejado de ser el factor de decisión electoral para gran parte de la población porque está demasiado irritada. Quiere que alguien pague los estragos. Y sin un tratamiento político de regeneración va a hacer falta una mejoría muy fluida y muy potente para que olvide esta necesidad expiatoria.