EL PULSO DEL PLANETA

Artistas por un Soho canalla

Artistas por un Soho canalla

LUIS VENTOSO

Actores y músicos piden al alcalde de Londres que salve a los clubes con solera de la piqueta inmobiliaria

Hubo un tiempo en que tras los neones de Times Square latían la creatividad y el pulso de la vida. Hoy la intersección de Manhattan conserva los luminosos publicitarios y la fama mundial, pero ha perdido su alma: es cartón piedra para turistas.

El Soho londinense, el barrio golfo y bohemio por excelencia de la capital británica, corre el mismo riesgo. Sus 2,6 kilómetros cuadrados en pleno corazón del West End son un bocado suculento en una metrópoli aupada a una espectacular burbuja inmobiliaria. Los nuevos gigantes de acero y cristal, muchas veces sufragados por capital árabe o ruso, van cercando las viejas casas victorianas y georgianas. Lentamente, los clubes libérrimos, los cabarés y lupanares, las cuevas del jazz, los cafés sin reloj y los restaurantes exóticos de viejos inmigrantes van dejando paso a anodinas cafeterías Nero y Costa, bocadillerías Subway, aburridos Starbucks, iguales en todas partes. Pero los artistas británicos defienden su Soho alternativo de siempre, incluso con su pátina un poco sórdida. Algunos de ellos han firmado un manifiesto pidiendo al alcalde Boris Johnson que salve de la piqueta clubes que consideran instituciones culturales.

El detonante de la protesta ha sido el cierre del nightclub Madame Jo Jo’s, ilustre antro de comediantes, cabareteros, DJ, músicos… Sala asociada a los primeros pinitos de Adele, los Sex Pistols o de aquel histriónico Adam Ant ochentero. Madame Jo Jo’s se inmolará para levantar un complejo de tiendas y oficinas. La promotora, Soho States, promete reconstruirlo: «Reconocemos la rica y creativa historia y la importancia de lugares como este», aseguran. Los artistas no se fían; el nuevo mazazo llega tras la caída del Astoria, otro clásico.

Entre quienes firman el manifiesto figuran el actor de moda, Benedict Cumberbatch (el Holmes televisivo), el cómico y figura catódica Stephen Fry, y viejos gladiadores de la música, como Spandau Ballet y The Who, que precisamente ofician esta semana en Londres los conciertos por sus 50 años. Pete Townhend, el cerebro del grupo, ha iniciado además una cruzada paralela para que se indulte al estudio de grabación de Denmark Street donde registraron sus primeras maquetas Hendrix y los Stones.

La batalla parece difícil. Es complicado detener el signo de los tiempos con barricadas sentimentales. Las abigarradas calles del Soho ocupan antiguas fincas reales de caza, de hecho se cree que el nombre viene de un grito de alerta en las batidas del zorro. La corona fue parcelando y vendiendo en los siglos XVI y XVII. Hasta finales del XVIII, fue zona bien. Luego comenzó su feliz decadencia, que le confirió un aire algo sórdido y peligroso, pero que a cambio lo convirtió en un espacio de libertad, donde los talentos poco convencionales podían despuntar. En el barrio vivieron Casanova y Marx, tocó Mozart, Nelson pasó la última noche antes de morir en Trafalgar. Aquí cerraron todos los bares los pintores Lucien Freud y Francis Bacon. Fue el cobijo de la incipiente industria del cine, de la gente del teatro, el music-hall y el Tin Pan Alley británico. «El Soho está perdiendo carácter», lamenta el cocinero Aldo Zilli. El actor Rupert Everett, un habitual del que también es barrio gay de Londres, lo refrenda: «El Soho es solo la última víctima. Esto se está volviendo como Mónaco». Nostalgias canallas.

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