LA CERA QUE ARDE
La tercera edad
Hubo un tiempo, cuando el rosismo, que una ardilla podía cruzar la ciudad entera de maqueta en maqueta
HUBO un tiempo, cuando la época aquella del rosismo, que una ardilla podía llegar desde el Campo de la Verdad hasta las Ermitas de maqueta en maqueta sin pisar un peñista. Éramos capital cultural antes de ser capital cultural, lo que hacía que las ardillas, además de maquetas, viajasen cobrando de poeta en escultura, de verso en carriola rociera. Nos salíamos del mapa. Qué momentos aquéllos.
Los tiempos han cambiado un poco y las ardillas, en esta Córdoba Por Fin Desarrollada puede ir desde Carlos III a Fuengirola de velador en velador. Tenemos un elevado índice de veladores, terrazas y hostelería I más D más i, a saber: salmorejo, rabo de toro y flamenquín. No en este orden necesariamente, pero sí como capital fundamental del progreso sostenible y la creación de puestos de trabajo en un futuro como corresponde.
Usted puede que entre caminando por la calle de la Plata y quizás no salga de ella: se verá atrapado por un conjunto de veladores que están fomentando económicamente la ciudad antaño atrapada en el populismo y en la actualidad saliéndose del parchís de las pernoctaciones. Somos el turismo en sí mismo. El Dorado del visitante, el paraíso del guiri.
Si al intentar dar la vuelta por la calle de la Plata se encuentra de nuevo atrapado por un velador de generación espontánea no se preocupe, su caso será narrado en tuiter por el área de movilidades sostenibles y se avisará al resto de la ciudadanía tuitera que un ente está a punto de llorar en el centro de Córdoba o pedirse media de boquerones en vinagre.
Sugerir que alguien regule algo que además atenta contra la Única Fuente de Ingresos que Se Nos Ha Ocurrido tras Agrópolis es anatema dei. Desafecto. Ganas de tocar los bajos.
Así que relájese y envejezca en su trampa urbana viendo a la juventud risueña disfrutar de sus cañas en las sillas y mesas de sus terrazas. Formará parte de ese porcentaje elevado de abueletes que somos ya los cordobeses, los más numerosos de Andalucía.
Hemos envejecido esperando cosas, promesas por cumplir, índices de desempleo más bajos, seriedad en las gestiones, capitalidades varias y hasta una Ronda Norte. Somos los más viejos y en los que menos se invierte, pero rompemos las estadísticas en pernoctaciones, que han crecido como los veladores.
Todos vienen a salvarnos: de los comunistas, de los señoritos, del populismo, de los curas, del paro, de la división de plata, de la regional preferente, del inmovilismo y de los complejos. Y así estamos, sin saber cómo llegar de una calle a otra. Somos la tercera edad de Andalucía. Lo cual no es un honor salvo que la medalla se la cuelgue también Susana Díaz.