La mitad de los niños andaluces que se adoptan tienen necesidades especiales
Las adopciones internacionales bajan en 317 menores en cinco años por el aumento de requisitos y el alto coste de viajar a los países de origen
La foto fija de las adopciones en Andalucía no es ahora la misma que en 2008, según se desprende de los datos de la Consejería de Igualdad, Salud y Asuntos Sociales. En cinco años se ha producido un descenso de la adopción internacional, motivada, entre otras razones, por el aumento de los requisitos y el alto coste en plena crisis de los viajes a los países de origen. Entre 2008 y 2013 estas adopciones cayeron en 317 menores en Andalucía.
Más llamativo ha sido que las cifras de adopción nacional se han mantenido estables en el mismo periodo, superando en todos los casos el centenar y correspondiendo la mitad de ellas a niños con necesidades especiales, esto es, menores mayores de siete años, grupos de hermanos que superan alguno de ellos esa edad, discapacitados, con antecedentes de enfermedades mentales o crónicas, entre otras circunstancias. Las adopciones nacionales en 2013, último año del que tiene datos cerrados la Consejería de Igualdad, Salud y Derechos Sociales, ascendieron a 186. La bolsa nacional ha estado en una media de quinientas solicitudes durante todos estos años.
¿Por qué las internacionales han bajado y las nacionales se han mantenido? La respuesta es compleja. En primer lugar, las familias que optan a adoptar un hijo suelen plantear solicitudes a ambas posibilidades, y han terminado decantándose por la nacional porque los plazos pueden ser más reducidos, especialmente, en casos de niños con necesidades especiales, donde la espera, de unos cuatro o cinco años para niños de entre 0 y 6 años, pueden acortarse a la mitad.
A ello hay que unir el endurecimiento de requisitos que han introducido países como Rusia y el alto coste de que supone para las familias desplazarse a los países de origen, especialmente en tiempos de honda crisis económica. Los países de origen donde se concretan más adopciones son, sobre todo, Rusia y China, seguidos a más distancia de Etiopía, Ucrania, Kazajistán, Vietmam y Nicaragua, entre otros.
Pero estos hechos no explican por sí solos el aumento de la adopción de unos niños que presentan problemas por haber padecido malos tratos o abandono y cuyas circunstancias no permiten otras opciones como el acogimiento familiar. Menores de familias desestructuradas, que en el caso de ser grupos de hermanos o mayores de seis, tienen recuerdos.
Además, pueden sufrir enfermedades crónicas, por lo que pesa, sobre todo, la decisión de los futuros padres de proporcionarles amor, un hogar y una educación, por encima de las dificultades que pueden presentar estos menores. Este hecho, frente a cualquier otra circunstancia, es el que más destaca la la jefa de Servicio de Medidas de Integración Familiar de la Dirección General de Infancia y Familias de la Junta, Dolores Delgado.
Complicaciones añadidas
Respecto a los menores nacionales, según los datos de la Consejería correspondientes a 2013, la mayor parte de los que están en acogimiento preadoptivo -niños que están bajo la protección de la Junta y se necesita encontrar familia- son mayoritariamente grupos de hermanos.
Le siguen a más distancia niños mayores de siete años, con antecedentes de esquizofrenia, víctimas de abusos... También se dan circunstancias de abandono y negligencia. En consecuencia, presentan carencias en su desarrollo afectivo y dificultades para las relaciones sociales, por lo que entrañan complicaciones añadidas que suponen un reto para sus futuros padres.
Estos niños permanecen, una media de año o año y medio, en acogimiento preadoptivo, hasta que se les encuentra una familia y el juez autoriza la adopción. Entonces comienza un proceso que pasa por la declaración de idoneidad de los padres y una formación específica para poder dar respuesta a las necesidades de estos niños. Un equipo de técnicos supervisa todo el proceso. El perfil de las familias suele ser biparental, con una edad media entre los 30 y 50 años, y con un nivel socioeconómico medio. Los servicios sociales valoran la estabilidad familiar y la madurez emocional para poder aceptar la historia del menor y la capacidad para educarlo.