Llega el arte contemporáneo
La institución organizó una muestra por su centenario que trajo a la ciudad las muestras de la creación de vanguardia y marcó un hito en la Córdoba de la época
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Gris y tristeza. La mayor parte de quienes viven hoy no conocieron los años 50, y con ellos las risas, las esperanzas y el color que acompañaría al recuerdo de la guerra y de la posguerra que empezaban a marcharse por entonces. Gris y tristeza, como si el mundo fuese tan blanco y negro como en las fotografías que aparecen de vez en cuando, como si Córdoba fuese todos los días el triste cuartel que muchos recuerdan de España entera. Y si había sitio para algo, también cultura gris, sin brillo, y aprisionada en las convenciones y en la censura.
Sin embargo, incluso en la Córdoba que apenas salía de los años del hambre, la poesía se alimentaba de aires nuevos, Rafael de La-Hoz comenzaba a dibujar edificios que miraban al futuro y el arte contemporáneo, quizá contagiado, había aprendido de las enseñanzas de las vanguardias y buscaba otros caminos. Así, quienes trabajaban en el arte figurativo lo hacían con una mirada nueva, y otros muchos se asomaban a distintos lenguajes mucho más atrevidos o accedían a la pura abstracción.
Década prodigiosa
Se ha dicho muchos estos días: la exposición «60 años de arte contemporáneo en Córdoba», que el Ayuntamiento acaba de inaugurar en cinco sedes, recoge el espíritu de la que organizó el Círculo de la Amistad en 1953, con ocasión de su primer centenario. ABC ha querido recordar cómo fue aquella exposición que dio carta de naturaleza simbólica al arte actual, y cuya documentación custodia la institución de la calle Alfonso XIII.
Se inauguró el 17 de mayo de 1953, la época del alcalde Antonio Cruz Conde y de la que ya empezaba a ser «la década prodigiosa». No se podría haber entendido sin la presencia del arquitecto Rafael de La-Hoz, que se encargó de la colocación de los fondos e hizo de aglutinante para la muestra.
La lista de los autores no resiste el sintagma «de la época», porque todos ellos, que entonces se asomaban a su madurez creativa, trabajaron durante décadas después y lograron el reconocimiento del público y de la crítica. Allí estaba Miguel del Moral, que había formado parte de la entonces reciente revista «Cántico», Rafael Álvarez Ortega (hermano del recientemente fallecido poeta Manuel Álvarez Ortega) o Rafael y Juan Serrano. Aguilera Amate fue uno de los que mostró la vanguardia con su «Abstracción», igual que José Duarte, que poco después formaría el Equipo 57 que se había considerado como abanderado de vanguardia en la Córdoba de la época. Con el tiempo forjaría una trayectoria llena de innovación, tanto en el lenguaje como en la búsqueda de los temas sociales y del compromiso. A la cita se sumaron también Lola Fernández, Roberto Méndez, Cristóbal Martínez Sánchez, Francisco Centella Pino y Alfonso Ariza Moreno, que después tendrían una consistente trayectoria artística. Pedro Bueno, Gutiérrez Ravé y Rafael Orti-Meléndez Valdés también estuvieron presentes en esta exposición, que también fue novedosa por la disposición.
Así, el Círculo de la Amistad recuerda que «para conseguir una atrayente conjunción de obras pictóricas», fue necesario encuadrarlas «en planos coincidentes con el moderno sentido del arte abstracto». Rafael de La-Hoz se encargó de este trabajo y Manuel Roldán Herrero del montaje.
Las instantáneas que se conservan en el archivo del Círculo muestran, de todas formas, muchas diferencias con el trabajo que se hace hoy. Así, muchos de los cuadros estaban pegados, mientras que hoy se permite la comparación más individual de las obras. Era algo corriente en los museos de la época, donde las piezas casi almacenaban.
Algunos de los autores presentes en aquella cita han vuelto al Círculo de la Amistad en la parte de la exposición que se celebra allí, y con lo que se cierra de manera simbólica una línea que empieza y acaba en el mismo lugar. La cita tuvo también bastantes muestras de escultura, como el «Arcángel» de Luis Aguilera Bernier, que también está presente en la exposición actual. Sobresalía también el nombre de Amadeo Ruiz Olmos, valenciano afincado en Córdoba, autor de muchas de las esculturas urbanas que todavía están en la ciudad. Antonio Povedano aportaba también obra, pero lo hacía desde Madrid, como Rafael Botí. De entre los autores foráneos sobresalían la presencia de Pablo Picasso, con «Un cuadro». Ya para entonces un mito mundial en la revolución del arte que él mismo había gestado, igual que Salvador Dalí con «Madonna del mar».
La exposición quedaba completa con la presencia de autores de fuera de Córdoba. El onubense Daniel Vázquez Díaz ha estado después muy presente en la ciudad, sobre todo en exposición que se realizaron en la Diputación provincial, y aportaba un retrato del poeta Adriano del Valle.
Carmen Laffó n, una de las pintoras sevillanas más reconocidas del siglo XX, aportó «Viejecita» y «Suburbio», y no fue la única mujer hispalense presente, algo que no era muy habitual todavía en esta época. También estaban Loly Sánchez Díaz y Rosario Rodríguez Tierno, junto al sevillano Ricardo Comas, el manchego Joaquín García Donaire y el gaditano Servando Crespo.
La exposición duró apenas una quincena, del 17 al 30 de mayo, pero dejó huella. El catálogo recomendaba al espectador dejar atrás «todo prejuicio anterior». «Prepárate para recibir limpiamente el mensaje, que otro hombre desde un lienzo ha preparado para ti... él ha puesto todo su interés en la empresa», decía la cita, que conserva el Real Círculo de la Amistad como testimonio de una muestra que sirvió para preparar el camino a una modernidad que en Córdoba nació mucho antes de lo que dice el tópico.