POSTALES

CAMBIAR TODO Y NADA

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Lo que menos necesita hoy España son salvapatrias y curanderos con fórmulas milagrosas

FINALMENTE reconoce la oposición que la macroeconomía va mejor, que la prima de riesgo ha bajado, que el PIB ha subido, que se crea empleo, aunque en cantidades muy modestas. Pero nada de eso, nos advierte, se nota en la microeconomía: el paro sigue siendo enorme, la ciudadanía sigue teniendo dificultades, la deuda crece. O sea, a efectos prácticos no hemos avanzado.

Pero ¿qué se creían? ¿Que los despilfarros, déficit, latrocinios anteriores iban a desaparecer de un día a otro? ¿Que en tres años podía sanearse el derroche de tres décadas? Si lo creían, son unos descerebrados o unos cínicos. Nadie con dos dedos de frente puede pensar tal cosa. Los daños causados por una economía inflada artificialmente, con el perjuicio adicional de una corrupción generalizada, necesitan una convalecencia tan larga como penosa, ya que el mero frenar la caída requiere un tremendo esfuerzo de todo el país. Diría más: quien crea que una vez pasada la crisis –que tendrá que pasar como todo en este mundo– volveremos a estar como antes, se engaña o trata de engañar. Esta crisis, advertí cuando empezó hace seis años, no es solamente económica, es una crisis política, social, de valores y actitudes. En realidad, se trata de un cambio histórico, como el de la Edad Antigua a la Media o el de la Media a la Moderna. Nada volverá a ser lo mismo, y lo mejor que podemos hacer, si no queremos quedarnos tirados en la cuneta de la historia, es hacernos a esa idea, como todos los países que saben leer el futuro.

Por lo que me pregunto qué pretende la oposición –desde la extrema izquierda a la extrema derecha (en la que incluyo a los nacionalistas)– al oponerse frontalmente a lo que hace el gobierno y anunciar que lo primero que hará cuando llegue al poder será anular cuanto ha hecho. Llegando a la conclusión de que pretende algo muy viejo y muy torpe en España: cambiarlo todo –el gobierno, la Constitución, la justicia, la enseñanza, la ordenación territorial y demás–, para ponerse ellos en el machito y que todo siga igual, pues las nuevas disposiciones no se cumplirán como no se cumplieron las anteriores. En España, quien gana una guerra o unas elecciones se cree que el país le pertenece y actúa en consecuencia como dueño y señor. Aceptándolo la mayoría, al pensar puede estar entre los privilegiados en el próximo vuelco.

Tengo la impresión de que estamos en uno de esos periodos en que quien más quien menos espera ganar con el cambio. Pero lo que menos necesita España son salvapatrias y curanderos con fórmulas milagrosas. Necesita hombres y mujeres que se enfrenten a los grandes problemas que tenemos delante y procuren irlos resolviendo en la medida de lo posible. De líderes que han hecho bueno al anterior ya hemos tenido bastantes desde 1978.

Aunque el verdadero problema puede ser que buscamos un culpable, y el culpable somos nosotros.

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