Tras la senda de Ramón y Cajal
Criado en Lepanto, alumno de los Trinitarios y del IES Blas Infante, es uno de los once investigadores de la UCO en el programa que lleva el nombre del Nobel
Priego sabe que la ciencia no tiene por qué ser del todo exacta y tal vez por esa razón es él la excepción que rompe una regla no escrita pero que cumplen a rajatabla, o casi, los jóvenes de esta ciudad: él no quiere irse de Córdoba, está encantado en el sitio en el que nació, o mejor dicho en el que se crió, porque sus primeros pasos los dio en Doña Mencía, de donde procede su familia. «Nunca me plantearía irme: ésta es la ciudad perfecta con el tamaño perfecto para todo», asegura. Ahí es nada. Sobre todo porque nos encontramos ante todo un investigador Ramón y Cajal, de los que solo se cuentan once en la Universidad de Córdoba (UCO). Se trata del «dream team» de la investigación española, de la élite, de los mejores entre los mejores. «Son los contratos más prestigiosos dentro del panorama español, los que garantizan más estabilidad, y que además gozan de mejor fama dentro de la Unión Europea», asegura.
Pues ahí está este treintañero con uno de ellos. Su historia es una historia de superación. Porque él proviene de donde proviene todo el mundo. Ni más ni menos. De un barrio humilde, trabajador. De Lepanto. «He vivido desde siempre en la calle Sagunto y ahora que me he mudado la sigo considerando mi mundo», afirma. Feliciano cursó los estudios básicos en Los Trinitarios y de allí pasó al Instituto Blas Infante, justo donde su barrio va a encontrarse con Carlos III.
«Cuando acabé COU me decidí por hacer Químicas en la UCO: terminé la carrera en cinco años con muy buenas notas y me enrolé en un departamento para iniciar una trayectoria investigadora, pero claro, esto estaba asociado a la obtención de financiación a través de convocatorias y la verdad es que por suerte y en parte por méritos académicos siempre he tenido contratos de investigación del Gobierno», añade. «Soy el ejemplo de que el sistema de becas, el de antes al menos, funciona: siempre he ido juntando una convocatoria con otra», sonríe.
Un alumno brillante
«Empecé con una beca de formación del Profesorado Universitario, que duró cuatro años y con los que hice la tesis en el Departamento de Química Analítica de la UCO y obtuve la máxima calificación», describe este profesor con plaza en el Campus de Rabanales. El título de su trabajo da cuenta de su profundidad: «Nuevas estrategias de automatización de la preparación de la muestra y mejoras de sensibilidad y la selectividad analítica». El esfuerzo le valió para conseguir un contrato postdoctoral para formación de investigadores en Ginebra.
Pero Feliciano se quería volver. Y encontró un pasaporte perfecto en el programa Ramón y Cajal. «Echaba de menos a mi familia, a mis amigos, a mi barrio», suscribe. La mirada de este químico, empero, trasciende el localismo para proyectar la ciudad y sus potenciales por encima de las barreras de sus evidentes deficiencias. «La Universidad de Córdoba es uno de los puntales de esta ciudad, tanto por el número de personal como por la producción investigadora, ya que las estadísticas la sitúan en los puestos de referencia en ámbitos como el agroalimentario o el clínico», explica. «Y esto se ve con claridad en la creación del Imibic y en el Campus de Excelencia (ceiA3)», asevera.
¿Son conscientes los ciudadanos en general de este desarrollo de la investigación en Córdoba? La respuesta tiene claroscuros: «Lo es, pero hay que hacer una labor didáctica o de difusión importante como la que se realiza, por ejemplo, con actividades como la Noche de los Investigadores», indica Feliciano Priego, que tiene claro que Córdoba defiende con dignidad su lugar en el mundo. «Cuando he estado fuera era raro encontrarme con un compañero de trabajo que hubiera estado en Córdoba y que no la conociera: todo el mundo sabe poner Córdoba en el mapa del turismo», defiende el investigador. «Otra cosa es fuera del turismo. No estamos mal, pero creo que hay que superar problemas como el paro o como el déficit de infraestructuras», recalca. Por delante hay un camino de superación. Y Feliciano sabe, por experiencia propia, que se puede recorrer con éxito. Y tanto.