EL DEDO EN EL OJO
En familia
Muchos padres han sido educados en la obtención inmediata del placer, de ahí su permisividad hacia el consumo de drogas de sus hijos
EL carácter cíclico de la Historia nos devuelve un año más a estas fechas tan entrañables del Adviento y la Navidad. Nos aproximamos a la Nochebuena y las calles bullen de vida, de anhelos y de nobles valores.
Esto es así para una inmensa mayoría aunque siempre está el que se araña la cara reivindicando una Navidad laica, pública, gratuita, de calidad y sostenible, cual un Ebenezer Scrooge cualquiera. Pero esa es otra historia (de terror, por cierto).
Las Pascuas cobran especial protagonismo para las familias, esas células que dan vida a la sociedad y dotan de sentido a la existencia individual de cada uno.
Fiestas familiares, «vuelve a casa vuelve», celebración íntima,…todo gira en torno al reencuentro, a la cercanía del linaje, al calor del hogar.
Las familias han sido desde siempre el refugio y el lugar seguro, el espacio en el que educar afectos, valores y sensibilidades. Pero siendo su papel tan trascendente y útil, viene sufriendo en los últimos tiempos un consentido vaciamiento de su contenido según el Estado ha penetrado hasta la intimidad de los hogares para dictar el modo en que deben regirse las vidas. Y es ahora el ente autonómico o nacional (disculpen este último exabrupto) quien dicta cómo debe amarse, cuál es el procedimiento para elegir la identidad sexual que más interesante nos resulte o cómo elegir lo que modernamente se ha dado en llamar «pareja», entre otras cuestiones.
Ayer quedó presentado en Lucena el III Informe del Observatorio sobre Drogas. En el mismo queda desvelada una delicada cuestión que tiene que ver con el aumento del consumo de alcohol entre los menores. Una de las importantes razones que explican este incremento se relaciona con la permisividad que las familias muestran hacia ese consumo en sus hijos.
De repente la familia se ha convertido en un factor de riesgo que amenaza a sus miembros más jóvenes.
¿Qué cómo se ha producido este desatino? La respuesta no es sencilla; pero empieza uno a vislumbrar ciertos elementos explicativos si pensamos que la familia lleva lustros siendo desprovista de sus responsabilidades educativas que han pasado a ser competencia del sistema: educación afectiva y sexual, educación para la paz, conciencia ecológica, multiculturalidad,… La familia ha quedado para proveer a sus miembros de lo materialmente necesario y han adoptado la cómoda actitud de que sean otros los que eduquen. Si a ello le unimos el desatado festivismo que rige nuestra sociedad y el hedonismo como forma preferente de situarse en la vida, ya tenemos el problema encima.
Muchos de los actuales padres han sido educados en la obtención inmediata del placer y de los deseos (la hipertrofiada sociedad del bienestar) y sus hijos sólo son astillas de esos palos.
Es tiempo de reflexión. En todos los sentidos.