VERSO SUELTO

Derecho a barrio

Córdoba es una ciudad de locales vacíos a pocos metros de negocios que van como tiros

LUIS MIRANDA

LA verdad es que me perdí algunos minutos del metraje, visto que la historia se repetía un poco y la elaboración no era lo que se dice imparcial, pero estoy por jugarme el autógrafo de Leiva a que en esos simpáticos documentales de «Gente sin casa», que tan del agrado deben de ser de los sindicatos de Televisión Española, no hablaron del caso singular de la familia que vive ocupando un piso de Ciudad Jardín no por no tener recursos, sino porque le gusta más que las viviendas sociales que les ofrecen o que los lugares que pueden pagarse con el dinero que sí tienen. Las leyes que apruebe el Parlamento del futuro deberían consagrar el derecho a escoger barrio, ventanas al patio de luz o a la calle y hasta marca del ascensor, no sea que tenga uno el riesgo de quedarse atrapado al volver de la compra y los flamenquines congelados se echen a perder si el servicio técnico (y si quedan en España cosas así para entonces) tarda más de la cuenta.

Seguro que habrá una vía intermedia entre el sinsentido de las urbanizaciones vacías y la gente que no tiene dónde dormir, y seguro también que no pasa por esta gente uniformada de verde que va pidiendo datos de cómo se gasta el agua en una propiedad privada y señalándole a algunos los pisos que pueden ocupar. El resultado, por lo menos aquí en Córdoba, es que a veces se deja allanar lo que no es suyo a gente que podría estar haciendo las cosas con un poco de arreglo a las leyes, que al fin y al cabo es tener también respeto a los demás, que tienen que sacrificarse por las cosas.

Estos pisos vacíos están casi siempre en manos de bancos que prestaron dinero a las constructoras, sobre todo a aquellas que, ya en los últimos años, hicieron pisos estrechos y sin balcones pensando en que todo se iba a vender a precio de diamante, y que hasta devolvían señales si las obras tardaban porque pensaban que ganarían más dinero con los incautos que llegasen detrás. Lo que nadie recuerda es que ya antes también era un problema comprarse una casa por los precios que tenían y que, un poco por la urgencia social y un mucho por lo que molaba poner en carga mucho más suelo urbano, la receta era construir más casas para que hubiera más oferta y dar créditos a cualquiera para que las compraran, porque en aquella España opulenta nadie quería rebajarse a esa costumbre proletaria y provisional de los alquileres.

Algo tendrían que ver los Ministerios y los gobiernos de entonces, pero ya empezaba a oler algo mal cuando recuerdo a una pareja que vivía en un local comercial, y algo hicieron mal las promotoras y los bancos, aunque ya pagaron su culpa. No sé si entre esa gente que siempre va en grupo y con la protección de la uniformidad a hablar de usos sociales en lo que no es suyo, aunque sea de los bancos, habrá alguien que haya pensado en el derecho al trabajo, que también lo consagra la Constitución, y en la cantidad de locales comerciales comidos por telarañas. Apenas se libran unos meses de los carteles naranjas para buscar inquilino y al cabo de poco tiempo están otras vez vacíos, y con ellos el sueño roto de quien creyó que se iba a ganar la vida luchando con ilusión y un mal día tuvo que liquidar con los bolsillos por fuera.

Córdoba es una ciudad de locales vacíos, muchas veces a pocos metros de aquellos que van como tiros con grandes marcas en los luminosos, y uno no sabe si la epidemia pasa por la presión de los impuestos o por los precios de las rentas y la miopía de quien prefiere exprimir a muchos y sacar dinero a corto plazo que pensar que en su propiedad se cultiva y se sacan frutos. Es muy triste, pero peor será pensar que haya alguna plataforma o Administración con ganas de arreglarlo.

Derecho a barrio

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