La gran estafa
La Audiencia Nacional da de nuevo la campanada y como casi siempre para dejarnos con una cara de bobos que no se la salta ni un galgo. Esta vez a cuenta de la liberación de la bestia sanguinaria llamada Santiago Arrospide Sarasola, alias «Santi Potros». Una vez más se le da una nueva bofetada a los familiares y compañeros de las víctimas. Una vez más comprobamos cómo unos jueces interpretan la ley como les viene en gana. No basta que esta sanguijuela cometiese uno de los peores atentados de la banda terrorista ETA, el atentando de Hipercor en Barcelona, en donde murieron 21 personas. No basta que haya más de 300 asesinatos cometidos por estos indeseables, que están todavía sin esclarecer. No basta la humillación constante a la que se le somete a los familiares, amigos y compañeros de los fallecidos. No bastan los más de 800 asesinatos que han cometido. No, no basta al parecer para estos magistrados, que por lo que se ve, se cogen las narices con papel de fumar. Eso y los sucesivos gobiernos, que no han tenido las agallas suficientes para atajar de una vez por todas la lacra del terrorismo.
Desde las traicioneras negociaciones efectuadas por el Gobierno de ZP, a las de Rajoy, que acepto de facto las condiciones de las mismas. Tenemos el ejemplo de la liberación de la alimaña de Bolinaga, el cual sufría un cáncer terminal, y esta el tío más vivo que un pajarito. La gran estafa no es la corrupción imperante en este país, no es el caso de Bankia, no son las promesas incumplidas de los políticos, ni tampoco de sus continuas mentiras, la gran estafa consiste en dejar que un hatajo de asesinos se hayan reído y se sigan riendo de las leyes, y de la sociedad.
Y todo en aras de la paz. ¿Qué paz? Seguramente sera la paz de mis compañeros asesinados vilmente y de forma cobarde que se encuentran bajo tierra, y demás víctimas, porque ellos sin que están descansando en paz. Paz no puede existir mientras tengamos esta clase de leyes, y de Gobiernos que permiten que personajes que no merecen el calificativo de seres humanos campen a sus anchas. Paz no puede haber para sus familiares, y no puede haberla, porque comprueban que su dolor se va por el sumidero de la indiferencia, de unos políticos y magistrados.