LA RENOVACIÓN DE LA CUMBRE IBEROAMERICANA
LA XXIV Cumbre Iberoamericana de Veracruz debe ser la oportunidad de refundar esta organización que nació plena de esperanzas hace 23 años, pero que a lo largo del tiempo, y ante la ausencia de resultados concretos, ha ido perdiendo claramente el interés de sus participantes. La nueva secretaria general, la costarricense Rebeca Grynspan, tiene sobrada capacidad y experiencia para llevar a cabo la tarea de dar visibilidad en el mundo a una comunidad iberoamericana que, como ha recordado el Rey Felipe VI a su llegada, «tiene en sus manos una parte del futuro del planeta en este siglo XXI».
Los presidentes reunidos en el puerto mexicano deben buscar compromisos realistas y concretos, proyectos que mejoren visiblemente la vida de los ciudadanos, o de otro modo la inercia de la inacción acabará por difuminar el interés de esta reunión. La aparición de otras iniciativas paralelas o superpuestas en el tiempo, como la cumbre de Unasur, son una señal evidente de que la idea de la comunidad iberoamericana sigue sin ser lo bastante atractiva para ciertos dirigentes, más ocupados por los ejercicios demagógicos que por las verdaderas políticas de integración. Es necesario demostrar con hechos que en la Comunidad Iberoamericana es donde somos más grandes y podemos tener más influencia.
Para España, la cumbre tiene lugar en un momento en el que el país encara claramente el proceso de recuperación después de la dramática crisis económica y la pérdida de posiciones internacionales. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha llegado a Veracruz representando precisamente este proceso de reconstrucción, en el que nuestra dimensión iberoamericana ha tenido un papel decisivo. No podemos olvidar que la España europea no sería la misma sin la mirada hacia el Atlántico, sin esos vínculos con una comunidad con la que compartimos mucho más que una historia común.