El caso Almenara
No se entiende que el alcalde mantenga la ficción de que va a cumplir la promesa de que no repetiría si había un parado más. A más cercanía de las elecciones, más daño para el PP
RECONOZCO que nunca llegué a pensar que el caso Almenara tendría una repetición. Que nadie sería tan poco cauto como para meterse él solito en una de ésas. Pero, pardiez, los políticos siguen comportándose, llueva o nieve, de la misma manera. Me refiero, sí, a la promesa del alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, de no repetir como candidato a la Alcaldía en el supuesto concreto de que hubiese un parado más cuando acabase el mandato.
El caso Almenara, por si ustedes no lo recuerdan, tiene que ver con el secretario provincial del Partido Socialista, José Antonio Ruiz Almenara, que es en estos momentos alcalde de Palma del Río. Hombre moderado en contenidos y formas —Almenara siempre me ha parecido un tipo simpático—. En 2001, recién llegado al cargo orgánico —Isabel Ambrosio se debe acordar porque era su secretaria de organización— anunció que dimitiría, él y medio partido, si Córdoba no pasada del cuarto al sexto lugar en la tasas de desempleo nacional en un plazo de apenas dos años.
Como pocos de ustedes recordarán ya, a Almenara se le hizo el caso justo. Pero los dos años fueron pasando inexorablemente. La siempre extraña agrupación provincial cordobesa se puso en crisis tal y como llegaba la fecha porque Almenara seguía en sus trece de hacer caer a la ejecutiva porque el paro había hecho lo que le había dado la gana y no lo que el actual alcalde de Palma había estimado. El entonces secretario provincial llegó a dimitir hasta que fue llamado al orden por Manuel Chaves, que dijo que hasta aquí había llegado la broma.
El entonces mandatario socialista dio marcha atrás en una comparecencia que daba un poquito de vergüenza ajena. Todo el mundo tenía la culpa de todo —el PIB, el decretazo del Gobierno, los economistas— pero no Almenara. Que pasó un trago bastante chungo pero tuvo una plácida secretaría general. Ahí sigue.
Nieto no se comprometió ante el partido a no repetir, como ha dicho. Lo hizo ante los electores. Yo mismo, en una entrevista en 2011, le pregunté si era necesario hacer esa estupidez y me contestó que sí, que había que dar pasos valientes. En el paso del ecuador municipal, ante el director de este periódico y columnistas de la casa como Aris Moreno, volvió a decir lo mismo. Palabra por palabra. Y mira que había razones objetivas —económicas, competenciales, de incertidumbres— para no comprometer su palabra.
El regidor lleva semanas, meses, buscando claramente alternativas para su discurso. Desde un supuesto plebiscito interno del PP a la disciplina que todo militante debe a su organización. Pegos, regidor. Ese fue un compromiso personal realizado con toda la vehemencia que tuvo a mano. Y tiene que pasar algo verdaderamente maravilloso en la economía —o radicalmente temporal— para levantar los miles de parados de más que hay en la ciudad por causas perfectamente ajenas a lo que Nieto haya podido decir o hacer.
Dicho lo cual, a esta historia solo le cabe una resolución como la del caso Almenara que pasa por hacer el ridículo de forma relevante, hasta el cachondeo generalizado, durante un día o dos. Mientras más se tarde en ello, más daño se le hace a las ya complejas expectativas del PP.