EL NORTE DEL SUR

Un paraguas para un suéter

En este otoño de frío repentino es difícil acertar con la ropa, con la muda y hasta con la temperatura de la mesa camilla

RAFAEL ÁNGEL AGUILAR SÁNCHEZ

EL frío. De repente. De un día para otro. Del calor casi veraniego del principio del otoño a la necesidad de utilizar los guantes y las bufandas en el paseo de la sobremesa. En la víspera del puente de la Inmaculada, o de la Constitución, las casas son a veces sitios desapacibles en los que parece que uno está de recién llegado, de visita o de mudanza. Como de paso. Nunca hay quien encuentre nada porque a todo le ocurre como a los guantes de lana, que no aparecen por pares sino de uno en uno y además al fondo del cajón. Todo es provisional, todo está fuera de sitio en algún momento dado. La mesa camilla, que ya ocupa su espacio en el cuarto de estar después de la maniobra laboriosa del traslado desde el trastero, sobra cuando el sol penetra del todo durante las horas centrales del mediodía. No ha pasado tanto desde que la mano se acostumbró a regular la temperatura con el solo sentido del tacto, sin que los ojos se desviaran de la atención del televisor, pero sucede que no hay manera de encontrar el punto exacto sin tener que estar a cada momento tocando el termostato. Un despropósito.

Y nunca acierta uno a la hora de abrir el armario y elegir las prendas que tocan para la jornada. La duda metódica comienza con la muda: ¿Hace el frío suficiente como para enfundarse el torso en una camiseta interior, sea de tirantes o de manga corta, que lo único que sí está claro es que las de manga larga han de dejarse para unos meses más adelante? El soliloquio continúa delante de los pantalones: ¿La gente se va reír mucho si me lanzo ya con la pana o es mejor esperar un poco o incluso dar por hecho que se van a reír de todos modos porque nadie es capaz de reconocer que la pana, en realidad, es un tejido moderno, de un tipo que está en el mundo, elegante, que posee un alto concepto de la moda y que no se limita a la sencilla y comodona funcionalidad de los vaqueros?

Pero la tragedia de verdad viene cuando toca seleccionar alguna prenda de abrigo. ¿Lloverá o no lloverá, porque el cielo está ni gris ni azul, tan a punto de que caiga una tormenta bíblica como de que caliente un sol como a comienzos de septiembre? ¿Bastará con una americana o será más conveniente pertrecharse de algo más cerrado, un abrigo o incluso una gabardina de entretiempo? Las posibilidades de que uno acierte con lo que lleva puesto son tan remotas como que el parte meteorológico dé la pista cierta, hora a hora, de qué tiempo va a hacer. Los especialistas en el estudio del clima y en sus predicciones, que saben por dónde andan las debilidades humanas, han tomado nota y se lanzan a la ofensiva en estos tiempos de mudanza en los que nadie da con la tecla con un vistazo al cielo: ahora son más necesarios que nunca. No es mucho pedir que den el parte con garantías de éxito con la antelación suficiente para conjuntar el paraguas con el suéter. O no.

Un paraguas para un suéter

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación